¿Cogito ergo musicus?

guitarra

Los medios de comunicación aceleran la homogenización de los valores. Estamos inmersos en tratados, acuerdos y convenios que nos instruyen para operar livianamente dentro de nuestra sociedad, atados a la columna endeble y el suelo movedizo del informacionismo.

Ubicándonos dentro del sistema comunicativo que deriva de la relación entre artista, obra de arte y sociedad; del ejercicio comunicativo del músico, la obra musical y el auditorio, la apariencia enseña nuestra continua participación nebulosa,

como colombianos, en la conformación de una identidad estética musical -que pasa por criterio sine quanum-, como único y originario instrumento de juicio válido frente al bombardeo de manifestaciones musicales cosmopolitas y aldeanas, urbanas y rurales, universales y particulares, folclóricas y tradicionales que nos son impuestas a través de los Mass Media y otros medios de menor alcance populista pero de aceptado impacto social, como las cátedras escolares y universitarias, y los eventos de pequeña comunidad.

Dicha afirmación contiene un elevado grado de verosimilitud con el devenir estético musical de nuestra sociedad y es posible sobre el fundamento ofrecido por el marco analítico funcional y estructural de la reflexión generalizadora y sistémica , que permite explicar el alcance individual y social del juego sinérgico de los componentes comunicativos y evidenciadores del fenómeno estético musical en nuestro contexto cultural.

El artista Músico, la obra musical como reflejo de la individualidad, también de la sociedad, y la propia sociedad se encuentran en un continuo intercambio de información y de roles contrarios de manera simultánea o sucesiva, pues una vez elaborado y expuesto el objeto musical su información artística es aprehendida por el músico receptor -cocreador de la obra musical- quien promueve en dicha información un singular y personal significado. Procesa y descompone sus elementos prácticos y estético-poéticos, legitimados contemplativa y sin interés en el propio sistema comunicativo, transformando la estructura conductual individual y social, y dando lugar a la reiniciación del proceso creativo y estético en torno a la obra de arte y de la realidad en que se desarrolla el proceso.

Pero este proceso de intercambio en cada contexto específico puede darse con mayor calidad y riqueza subordinado al modo de vida de los componentes , es decir que interviene el grado y tipo de elaboración del contenido interior y exterior a que estén dispuestos sus componentes, en su entorno específico.

En este complejo de alternativas debiéramos pensar nuestra identidad estética musical más rica en valores sensibles, plásticos y creativos, propulsores de una renovada otredad cotidiana y artística sobre el ejercicio continuo de nuestra facultad de aprehender y comprender el mundo contemplativo y desinteresadamente a partir de la conciencia de procesos cognoscitivos propios y trascendentes. En suma, pensar nuestra identidad musical aprehendiendo y comprendiendo críticamente – el sentido kantiano- su rigor poético, su giros inesperados y sobrecogedores en directa asociación con una viseral necesidad expresiva; su programa problémico, polisémico , menos entretenedor y más reflexivo: menos circunstancial y más transhistórico.

musica y placer
http://www.medciencia.com/

Desafortunadamente nuestro devenir artístico musical, la disertación continua alrededor de la obra musical con frecuencia estriba en su apariencia auditiva atractiva por común, por conformarse a la reiteratividad de un lenguaje organizado de acuerdo con un principio rasamante evocativo, esquematizado y convencionalizador en contraposición a otro sugerente, abierto y pecularizador.

Piezas de la naturaleza artística de La camisa negra, Fijación, entre muchas más, a caso parte de nuestra sintética medianía creativa musical identitaria se han encontrado en el vórtice de tan insuficiente análisis, representando la nueva verdad fenomenológica, superficial, inmediatista y déjamente común, catalizada su existencia por la instituida e inficcionada industria mercantilista del arte, impostora de valores estéticos – recordando al compositor cubano Leo Brouwer- de fascinante presentación pero de cuestionable pretensión poética y calidad técnica.

¿Nos son impuestos estos valores?

Desde una perspectiva material histórica el arte, las manifestaciones musicales, sus valores estéticos y sus anexos éticos reafirman la conciencia de clase, intentando en cada contexto histórico social perpetuar la dominancia de un sistema concreto de valores, direccionado este sistema por las políticas económicas y las estructuras de poder vigentes, que promueven intercambio de modas, usos y costumbres. Como sucedió entre burguesía y aristocracia progresista a fines de siglo XVIII; mas en la contemporaneidad y la cotidianidad colombiana, orientada por el poder de los medios de comunicación, se acelera tal intercambio hacia una homogeneización de los valores -ahora miembros de la aldea global-, cuya imperante alternativa son las políticas generadas desde el monopolio sin una respuesta contraventora al interior del sistema del estado y por supuesto del arte, inmersos en tratados, acuerdos y convenios que nos instruyen para operar livianamente dentro de nuestra sociedad, atados a la columna endeble y el suelo movedizo del informacionismo.

Galvano De La Volpe en su “Critica del Gusto” manifiesta como la obra de arte, ajustada a su naturaleza de producto espiritual humano, depurado esencialmente creativo y reflejo paralelo recreativo de la realidad empírica proyectada a la universalidad, debe elevar la razón y la sensibilidad hacia su goce completo. Hacia su comprensión, no, en sentido contrario, estatificar nuestras facultades contemplativas al interior de aparentes éxtasis sobrecogedores, apenas hedonisías. Desafortunadamente para nuestra identidad estética musical, para nuestro decursar como sistema estético musical, predominan unas prácticas de tinte populista, negación de la autonomía creativa y cotidiana, desconocedoras incisivas del sentido evolutivo espiritual humano que, como homo sapiens – ludens modernos, nos permitió pensarnos muítidimensionales, abandonar estadios cavernarios y ascender al mundo de la civilización artística, científica, filosófica y tecnológica actual.

 

Be the first to comment

Leave a Reply