Se fue la guarachera, pero nos dejó su rumba

La muerte de Celia Cruz, la cantante cubana, la reina de la salsa, la reina rumba, la Guarachera de Cuba, causó estupor en el mundo de la música latina. La gente la quería: gozaba con su música, se encantaba con su voz, su vestuario exuberante, su risa, su modo de ser, su show. Todo esto que la caracterizaba, y que hacía parte de su cultura afrocubana, había conquistado al público.

Celia de la Caridad Cruz Alfonso nació el 21 de octubre de 1924, en el barrio Santos Suárez de la Habana. “Yo era muy pobrecita, pero al fin y al cabo feliz”, le dijo a uno de sus biógrafos. Su papá, Simón Cruz, era fogonero del ferrocarril, que llegaba cansado del trabajo, fumaba tabaco y se sentaba en el solar a cantar Capullito de Alelí.

En 1947, Celia ingresó al Conservatorio Nacional de Cuba, para estudiar teoría musical, voz y piano. Ganó el primer premio en un programa de concurso denominado La Corte Suprema del Arte, interpretando el tango Nostalgia; por esos años cantó en el club nocturno Tropicana. En 1950, se unió a La Sonora Matancera, legendaria y querida orquesta de Matanzas, Cuba, y de la cual hicieron parte Daniel Santos, Bienvenido Granda, Leo Marini, Toña La Negra, Carlos Argentino Torres, Alberto Beltrán, Bobby Capó, Carmen Delia Dipini, Benny Moré y Nelson Pinedo, entre otros. Para la gente que conoce la trayectoria de esta artista, su vinculación con La Sonora fue su consagración, su época de oro; sin la Sonora es difícil que Celia Cruz hubiera sido la Reina de la Salsa.

En 1960, junto con la Sonora Matancera abandonó Cuba rumbo a México y luego a los Estados Unidos. “Me fui de Cuba para ganar dinero y mandarle a la familia”, sostiene ella. La Reina de la Salsa permaneció con dicha orquesta hasta 1965 y, al año siguiente, se unió a la orquesta de Tito Puente, con quien grabó 8 discos. Pedro Knight, uno de los mejores trompetistas de La Sonora (con la que trabajó desde 1944), dejó esta orquesta para dirigir la carrera de su esposa Celia.
Las actuaciones de Celia con maestros y orquestas como Johnny Pacheco, Willie Colón, Fania all stars, Sonora Ponceña son memorables. A lo largo de cinco décadas grabó más de 60 álbumes, cosechó innumerables reconocimientos, cinco premios Grammy y numerosos discos de oro y platino por millones de copias vendidas en todo el orbe.
La Guarachera de Cuba recibió doctorados honorarios de las universidades de Yale, Internacional de Florida y de Miami. En 1987, fue homenajeada con una estrella en el paseo de la fama de Hollywood y, años después, la ciudad de Miami dio a la calle ocho, vía principal del barrio cubano, el nombre de Celia Cruz Way. “Celia tenía una gracia muy especial, siempre estaba creando, siempre tenía algo nuevo que ofrecer al público.

Ella es como Benny Moré, como Carlos Gardel; son inmortales, nadie puede sustituirlos”, comentó en Miami el famoso bajista cubano Israel López “Cachao”.

La Guarachera de Cuba, la que oían los viejos rumberos, la que oyen las actuales generaciones es, como ha expresado Guillermo Cabrera Infante, una de las grandes creadoras del canto y del encanto negro.

En un libro acerca de La Sonora Matancera se afirma de Celia que “Su voz recoge la expresión fácil y populachera, el calor de la gente del trópico, su alegría y colorido. El lenguaje callejero que salpica de gracia cualquier ciudad de nuestra América. (…) En la escena, Celia Cruz impresiona, nos llena, nos transporta, nos hace vibrar, nos envuelve en su arte único”. 

Muchas de sus interpretaciones la consagraron como una de las mejores representantes del sabor tradicional del son y de la guaracha cubana: Bemba colorá, Burundanga, Sopita en botella, Usted abusó, La negra tiene tumbao, El yerbero moderno, La vida es un carnaval, etc., etc.
La reina, quien nos cantaba azúcar, azúcar negra, ay cuánto me gusta y me alegra, Soy la caña y el café, Guarapo de guaguancó y que añoraba a Cuba a sus paisajes, su gente, su Habana, se fue el 16 de julio de 2003 pero su música perdurará, pues hace parte del legado de nuestra cultura en toda América, de la música tropical. Se ha afirmado con razón que su voz cantaba cada vez mejor y no le pasaban los años; se admira su vigor, su potencia, esa voz que arrulla y destroza (Valverde). La Reina Rumba, representante del sabor tradicional del son y de la guaracha cubana, era y será única e inigualable.
La Guarachera de Cuba, la que oían los viejos rumberos, la que oyen las actuales generaciones es, como ha expresado Guillermo Cabrera Infante, una de las grandes creadoras del canto y del encanto negro. Celia es la canción: fue son y sonora. “Cuando Celia se mueve, hace un pasito, se bambolea todo el Caribe, se conmueve La Habana, se contorsionan las Antillas”4 Rubén Blades expresó “Celia inyectaba hasta las canciones más sencillas con su personalidad y vigor. No creo que uno pudiera escuchar cualquier cosa que ella hizo y ser indiferente”.
Nunca pensó en retirarse, quería morirse en el escenario. Su partida deja un vacío grande, pero por fortuna nos queda su rumba, su ritmo, su son, un legado único que seguiremos gozando. “¡azúuuuuca!”.

                           La muerte ronda la rumba

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En 1950 se unió a la Sonora matancera

Además de Celia Cruz y Compay Segundo, recientemente murieron dos grandes de la música del Caribe: los puertorriqueños Juancito Torres Vélez y Catalino Curet Alonso.
El trompetista Juancito Torres Vélez murió el 27 de julio pasado. Realizó estudios en la Escuela Libre de Música, y en el Conservatorio de Música de Puerto Rico y tocó en reconocidas bandas como la Tijuana Brass, las Estrellas de Fania, Puerto Rico All Stars y Batacumbele y con los músicos Barry White y Eddie Palmieri, entre muchos otros. Además de su sitial dentro de la salsa, Torres se destacó como jazzista, siendo uno de propulsores del género. Grabó con Angel «Cucco» Peña, Pedro Rivera Toledo, Lucecita Benítez y Danny Rivera, entre otros.
Catalino «Tite» Curet Alonso nació el 12 de febrero de1926 en el Barrio Hoyo Inglés, Guayama, Puerto Rico. Su madre era costurera y su padre, profesor de español y músico de la orquesta de Simón Madera.
Catalino compuso desde salsa hasta guarachas y boleros, canciones como «Anacaona» y «En los entierros de mi gente pobre» que hicieron famoso como solista al cantante Cheo Feliciano; «Plantación adentro» (Rubén Blades); «Barrunto» (Willie Colón); «Las caras lindas de mi gente negra» y «La Perla», que interpretaba el sonero mayor, Ismael Rivera; «Periódico de ayer» (Héctor Lavoe); y «Huracán de pasión» de Frankie Hernández con Bobby Valentín.
Su música se engrandeció por haber sido partidario de la independencia de Puerto Rico, abanderado del antillanismo y defensor de los valores de la América mestiza. con su Plantación adentro, rescató el escenario de confrontaciones y luchas que marcaron el proceso que posicionó al negro cimarrón en la sociedad. También abordó el amor y el desamor, con canciones que a más de un despechado o despechada han hecho rodar un par de lagrimones por las mejillas.

Los boricuas gozan hoy en la clandestinidad las grandes canciones de Catalino gracias a las bondades de los muy mentados «derechos de autor», dada la disputa por las regalías entablada entre varias empresas y entidades que aspiran a las ganancias producidas con el talento del cantor.

*Olga Consuelo Vargas

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