¿Qué aprendimos en las tomas de los colegios?

Por: Nohora Rodríguez y Juan Ricardo Suárez

Valerosos padres y jóvenes en la toma del San Isidro

El día que nos dijeron que nos iban a quitar el único patrimonio que teníamos, el Colegio San Isidro que había sido construido por los padres de familia, varios de ellos decidieron formar un Frente Común en defensa del colegio. Se organizó la toma en la que me involucré. Yo fui uno de los jóvenes que participaron en dicha toma.

Después del cierre de la nocturna, en septiembre, en noviembre supimos de otra resolución que acababa la jornada de la tarde y dejaba la mañana sólo hasta finalizar el año 2002.

Esta es la toma màs larga que se conoce, 47 días, en tiempo de navidad, fueron muchas las actividades que se hicieron durante este tiempo, para defender el San isidro

El 30 de noviembre en la tarde nos tomamos el colegio. Ya al siguiente día, después de haber pasado una noche muy fría, la angustia empezaba a correr; demasiada presión por parte de la Secretaría de Educación, mandaba mensajes con los celadores de la empresa Vise: que iban a mandar perros, que iban a desalojar con la policía y que el que quedara adentro ya no podía salir, que tampoco dejarían entrar alimentos. Hicieron también campañas con la comunidad para echárnosla en contra. Aun así, los padres y los niños se portaron muy valientes y mantuvieron la decisión de la toma. Entre los jóvenes y niños armamos una sala de billares en la que jugábamos en los tiempos libres, por que nos tocaba ayudar hacer los oficios, arreglar el cuarto donde dormíamos, ayudar en el aseo y en la cocina.

A las mujeres nos tocó más duro, digo esto como una de las líderes del movimiento. Nos tocaba cocinar a veces para 50 personas o más, estar pendiente del aseo de los baños y de todo el colegio, cuidar de los niños y fuera de eso, estar pendiente de los oficios de cada una de nuestras casas. Algunos hombres colaboraron, por ejemplo, el señor León, que siempre iba a cortar la leña o el señor Jiménez y Don Gerardo.

Sí hubo apoyo y solidaridad. Algunas tiendas, tabernas, el sindicato de maestros y el padre Adolfo Duarte, edil de Kennedy nos ayudaron mucho.

El padre nos consiguió una carta y con esta pudimos pedir alimentos en las plazas de Paloquemao y Abastos. Tener que pedir alimentos fue muy duro para algunas mamás, pero así conseguimos más de seis bultos de comida. Eran los niños los que más ánimo daban, “no señor, nosotros tenemos que defender nuestro colegio, debemos quedarnos, así no haya mucha gente.”

Para mi como joven, fue una experiencia sin igual, jamás había vivido algo así, hacer turnos en la noche, pelar papa, cortar leña, jugar con los niños, cuidar la puerta, todo por defender el colegio. Hasta tuvimos discusiones sobre el tema de la sexualidad, la nutrición, la educación, la crianza de los niños, como superar el egoísmo y poner en práctica los intereses del colectivo. Aprendimos tantas cosas en tan poco tiempo.

En algunas reuniones que se hicieron para organizar la marcha de la toma para darnos moral, nos acompañaron unas niñas del Liceo Femenino de Cundinamarca, nos contaron su reciente experiencia y nos trajeron un mercado; también recibimos una charla sobre servicios públicos. En una ocasión organizamos un concierto de música rock. Generosamente estuvieron los grupos juveniles En la mira y Motziren. Esa noche gozamos al son de esa música.

Los días más difíciles fueron los de navidad y año nuevo, nos habían ofrecido unos regalos para los niños pero al fin no salieron con nada, nos tocó inventar unos y comernos una natilla preparada por unos amigos. La soledad del movimiento se hizo sentir para mediados de enero cuando la Secretaría de Educación anunció el chantaje de acabar no sólo con la jornada de la tarde y de la noche, como ya lo había hecho, sino con la jornada de la mañana, argumentando que sacaría los niños por culpa de la toma.

En ningún momento, pensamos todos, queríamos un enfrentamiento entre nosotros y la comunidad, todo lo contrario, requeríamos el apoyo total de ella, pero no se dieron las cosas, así que nos tocó entregar el colegio el 17 de enero al medio día, en medio de angustia, rabia e impotencia. Nos habían ganado esta pelea, que tuvo tan escasa difusión.

La importancia de esta toma radica en su ejemplo, su duración. Una pelea en una época tan difícil, casi sin solidaridad, inexpertos todos, sólo con el deseo de no dejar perder nuestro colegio. 47 días de valerosa resistencia contra una política que tarde o temprano habrá que derrotar, con la firme decisión de padres y de niños. Cada vez que cierren una escuela o un colegio toca como lo hicimos nosotros y como en Fuente Ovejuna, todos a una.

Los niños del San Isidro los hacinaron en el San Luís en cursos de casi 50, redujeron de 8 a 7 los cursos en la nocturna, y eso que este año hay más muchachos, el uso de la biblioteca es muy complicado. Apenas en estos días dividieron los cursos y todavía falta que nombren maestros.

Liceo Femenino de Cundinamarca

La toma del colegio

Por Sonia Hernández

Antecedentes.

El año pasado el gobernador de Cundinamarca tomo la decisión unilateral, de cerrar los colegios departamentales ubicados en Santafé de Bogotá. Al enterarse de esto la comunidad educativa del Liceo, desarrollo diferentes acciones legales como los de peticiones claras. Y también desarrollo acciones de hecho como, las marchas y el bloqueo de la avenida caracas con calle veintidós, las que respondieron con represión y maltrato hacia los alumnos por parte de la policía.

La toma.

Las alumnas de la jornada de la mañana al ver que el año escolar estaba por finalizar, y que la única solución que nos daba el gobernador era la de trasladarlos a los colegios distrita-les; decidieron tomarse el colegio el día 21 de Noviembre del 2001. Durante las primeras horas, salieron las niñas pequeñas y las que no querían estar en la toma, y así mismo entraron las niñas de la tarde que querían defender su colegio.

A medida que pasaban las horas la preocupación se hacia evidente en toda la comunidad educativa. Las alumnas pensaban en la comida, en como dormir, como bañarse y cosas parecidas. Los padres y los profesores estaban muy afanados por traer todo lo que necesitábamos para resistir mas. Cuando anocheció la toma fue más difícil, llegaron más policías, lo que hizo más complicado entrar alimentos , cobijas, algunas niñas decían que a media noche iba a entrar la policía para desalojar las instalaciones, este rumor provocó nerviosismo, algunas niñas prefirieron quedarse vigilándolas distintas entradas, allí gritaban consignas alusivas a la toma , otras intentaron dormir en los prados y las demás al lado del fogón preparando café.

Después se formaron comités de trabajo ,lo que hizo más organizado el asunto.. El día que el gobernador anunció el desalojo ,en 72 horas el miedo se apoderó de todas, al fin nunca pasó. Con el pasar de los días algunas niñas se desanimaban y se iban ,pero otras se las ingeniaban para no aburrirse ,jugaban, bailaban , leían .Se aprendió a convivir y a ser más responsables, lo importante es que se defendió el colegio por encima de las ofensas, los temores y la inexperiencia. El día que se supo la noticia que el colegio se mantenía, hubo hasta usado. Los colegios se mantenían y nosotros también. No solo se ganó mantenerlos, sino que aprendimos muchas cosas, entre otras la reflexión sobre el papel de los estudiantes en la sociedad.

Las niñas del Silveria defendieron su colegio

El entusiasmo por defender su colegio fue ejemplar

L. de V. ¿Cuál es el motivo de la toma?

R. Las injusticias que se venían presentando por parte de los directivos, especialmente la rectora. El 26 de noviembre comenzaron a sacar las niñas de 9º. Entonces las estudiantes se revelaron. No veían lógico que las sacaran aún sin terminar sus nivelaciones ni el año escolar. ¡No queremos el cierre! ¿Queremos el Silveria!

L. de V. ¿A qué obedece la determinación del gobernador?

R. El argumento de él es que existe un déficit en la educación de Cundinamarca. Dice que tiene más de 6.000 niños sin estudio. Primero dijo que necesitaba los profesores para cubrir las plazas, y después dijo que no, que ahora iva a trasladar el colegio y los docentes y que por tanto nosotras teníamos que hacer un sacrificio. La cosa va por otro camino, pero la disfrazan. Un camino político, económico, diría yo.

L. de V. ¿Qué han aprendido ustedes?

R. Uno aprende a valorar de verdad lo que tiene. Es una experiencia enriquecedora que nos llena de valor y orgullo. Estamos defendiendo el colegio porque es nuestro. Nadie había luchado antes y si no me despertamos ahora, después no tenemos nada que hacer. Esta es la mejor escuela

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