El escritor de la generación del ‘compromiso político

Tomado: Noticias de Colombia

De estar vivo, Mario Benedetti estaría celebrando cien años por estos días. Con más de ochenta libros, algunos traducidos a más de veinte idiomas, fue uno de los autores más prolíficos de América Latina en el siglo XX. Junto con Juan Carlos Onetti ocupa el olimpo de los escritores uruguayos contemporáneos. Con el cubano Alejo Carpentier y el mexicano Juan Rulfo, pertenece a la exclusiva estirpe literaria de los precursores del boom que consagró a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa.

La obra de Benedetti es tan rica y variada como su vida, marcada por la pobreza de su niñez, el hastío de sus tiempos de oficinista, la agitación de su experiencia periodística y la oscuridad de los años en que su país sufrió la dictadura y él tuvo que salir al exilio. No es extraño que la muerte, el desarraigo y la soledad sean los temas recurrentes de su extensa producción literaria.

En el ensayo que escribió para el volumen publicado en 1969 por la Editorial Universitaria de Santiago de Chile con el título Nueve asedios a García Márquez (junto con los trabajos de otros ocho autores), Benedetti identificó en la obra del nobel colombiano la dimensión del sueño que también sobresale en la suya. Escribió: “En una dimensión así, donde todo parece levemente distorsionado, pero no irreal, cada premonición ocurre como vislumbre, cada palabrota suena como un canon, cada muerte viene a ser un tránsito deliberado. Quizá ahí esté el más recóndito significado de estos pavorosos, desalados, mágicos, sorprendentes Cien años de soledad. Porque la verdad es que nunca se está tan solo como en el sueño”.

No se puede hablar de vidas paralelas, entre otras cosas porque Benedetti le llevaba siete años, pero en la del uruguayo hay semejanzas con la de nuestro nobel. Nació en Paso de los Toros, un pueblo situado a orillas del río Negro y relativamente remoto dentro de la pequeña geografía uruguaya, que dejó más tarde para instalarse en Montevideo, pasar por el periodismo y entregarse a su vocación de escritor.

Educación accidentada

Hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farrugia, ambos de ascendencia italiana, fue bautizado con cinco nombres, según la costumbre de la península itálica: Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno. En Paso de los Toros vivió sus primeros dos años, antes de que la familia se trasladara a Tacuarembó. Allí, el padre quiso establecer una farmacia, pero fue víctima de una estafa y perdió sus ahorros. Entonces se fueron a Montevideo, donde Mario inició sus estudios en el Colegio Alemán.

Allí aprendió el alemán que le serviría años después para traducir a Kafka, pero permaneció poco tiempo porque la aparición del nazismo y su repercusión en Uruguay llevó a sus padres a retirarlo cuando apenas terminaba la primaria. Inició la secundaria en el Liceo Miranda, un colegio público nombrado en honor del humanista, legislador y escritor Héctor Miranda. En las enseñanzas recibidas allí se puede encontrar la semilla de sus inquietudes políticas, que lo llevaron a vincularse muy temprano a los movimientos progresistas.

Como muchos otros escritores ejerció el periodismo, pero antes hizo toda clase de trabajos para ayudar a sus padres. En una empresa de Montevideo especializada en repuestos para automóviles hizo de vendedor, cajero, taquígrafo y contador, desde los 14 hasta los 19 años. Luego viajó con sus padres a Buenos Aires y actuó como secretario de la Escuela Raumsólica de Logosofía, fundada por un educador argentino.

La logosofía estuvo en boga durante aquellos años en varios países, aún se cultiva en algunos y suscita opiniones encontradas entre quienes la conocen. Es una disciplina humanista basada en una nueva concepción del individuo y el universo. El corto tiempo que pasó en aquella escuela dejó huellas en el futuro escritor. En una revista publicada por la escuela aparecieron sus primeros versos. Mario Benedetti, poeta uruguayo, del que se celebra el centenario de su nacimiento.

La burocracia y las letras

En 1941 regresó a Montevideo y se empleó en la Contaduría General de la Nación. También se vinculó a las revistas Número y Marcha, puntos de encuentro de intelectuales como Onetti, Eduardo Galeano, Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama. Al mismo tiempo escribió poemas que vieron la luz en 1945 con el título La víspera indeleble. Su matrimonio con Luz López Alegre y un viaje a Europa que realizaron juntos precedieron la publicación de otros dos libros, el de ensayos Peripecia y novela (1948) y Esta mañana (1949), su primera colección de cuentos, que le mereció el Premio del Ministerio de Instrucción Pública.

En 1953, cuando apareció Quién de nosotros, su primera novela, su nombre ya era familiar para sus compatriotas como colaborador de La Mañana, El Diario, Tribuna Popular y Marcha. Su fama creció con la publicación en 1956 de Poemas de la oficina, obra inspirada en anécdotas y hechos triviales de la vida burocrática que halló gran acogida por su particular estilo, alejado del lirismo tradicional.

Fue un libro salido de las entrañas, fruto de su vida de oficinista en la Contaduría, después en una compañía de importaciones y exportaciones, en la Federación de Básquetbol del Interior y en la Industrial Francisco Piria S. A., donde trabajó durante 15 años hasta 1960.

Aquel fue el año de su consagración definitiva con la publicación de dos obras emblemáticas en la literatura uruguaya: el volumen de cuentos Montevideanos y la novela La tregua, una historia de amor entre dos oficinistas con el telón de fondo de la vida uruguaya.

Su fecunda producción literaria prosiguió en el exilio

Obra comprometida

Hasta la publicación de Poemas de la oficina, como lo recordaría después, las ediciones de sus libros no pasaban de quinientos o mil ejemplares, “de los cuales me quedaba la mitad”. En adelante sus obras fueron lanzadas en ediciones de decenas de miles de ejemplares y su fama se extendió por América Latina y el mundo de habla hispana. Además de la poesía y la narrativa, incursionó en el drama, la crítica y el ensayo.

Sus convicciones políticas lo llevaron a participar activamente en las protestas contra el tratado militar de 1958 entre Uruguay y Estados Unidos. Un año después estuvo en la vanguardia de los intelectuales uruguayos que recibieron con entusiasmo el triunfo de la Revolución cubana y escribió su primera obra políticamente comprometida, El país de la cola de paja.

En 1965 publicó Gracias por el fuego, una crítica social que describe las frustraciones del protagonista en un país en decadencia. Tres años después abordó temas de la vida cotidiana en el libro de cuentos La muerte y otras sorpresas. Y en 1971 publicó la novela El cumpleaños de Juan Ángel, que se convirtió en el libro de cabecera de una generación de revolucionarios y marcó un punto de quiebre en su vida y obra.

El protagonista es un guerrillero urbano como los tupamaros que se levantaron en armas en aquellos años en Uruguay. Su publicación coincidió con la participación del autor en la creación del Movimiento de Independientes 26 de Marzo, un partido de orientación marxista que formó parte del Frente Amplio y fue considerado el brazo político de los tupamaros.

Cuando la dictadura se entronizó en Uruguay tras el golpe militar del 27 de junio de 1973, el país se le hizo insoportable y vivió en Argentina, Perú, Cuba y España durante más de diez años. La vida en el exilio le ofreció la inspiración para la novela Primavera con una esquina rota, publicada en 1982.

Entre sus narraciones alusivas a los años de dictadura y represión en Uruguay están La casa (1979). También recopiló sus narraciones breves en Cuentos completos (1970), una colección que fue ampliada en 1986 y 1994. Estas narraciones llevaron a la crítica a situarlo a la altura de los mejores autores del género, como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, así como de las figuras más destacadas del boom.

Benedetti y Serrat se conocieron en los años ochenta. Grabaron El sur también existe.

Producción ininterrumpida

Su fecunda producción literaria prosiguió en el exilio. En 1982 evocó los años de su forzosa permanencia en el exterior en el poemario Viento del exilio. En 1983, cuando el creciente rechazo popular a la dictadura obligó a los militares a negociar con los partidos políticos la apertura a la democracia, volvió a su país y se incorporó al consejo editorial de la revista Brecha, continuadora del proyecto periodístico de Marcha, interrumpido por la dictadura.

En 1984 recogió en el libro El desexilio y otras conjeturas sus reflexiones sobre la situación en Uruguay y el resto de América Latina y también escribió una novela autobiográfica, La borra del café (1993). Luego vino una sucesión incesante de poemas, cuentos y novelas.

Entre los primeros sobresalen los del libro El amor, las mujeres y la vida (1995), muchos de los cuales fueron memorizados por sus lectores y algunos convertidos en canciones, y los del libro La vida (1998), que siguió a la novela Andamios, y ganó el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En 1999 publicó Buzón de tiempo, una colección de cuentos que evocan con humor e ironía el recuerdo nostálgico de sueños, fracasos y amores perdidos.

En 2001 recibió el Premio Iberoamericano José Martí en reconocimiento de toda su obra, que prolongó el mismo año con otro libro de poemas, El mundo en que respiro, y dos años después con El porvenir de mi pasado, un libro de relatos. El año siguiente publicó Memoria y esperanza, una recopilación de poemas, reflexiones y fotografías, y en 2004 otro libro de poemas, Defensa propia.

En 2001 recibió el Premio Iberoamericano José Martí en reconocimiento de toda su obra

Sus últimos trabajos incluyeron dos libros de poesía, Canciones del que no canta (2006) y Testigo de uno mismo (2008), así como dos ensayos que resumieron sus reflexiones sobre los temas esenciales de la existencia: Vivir adrede y El viaje de salida, ambos publicados cuando su salud resentida anunciaba el final, ocurrido el 17 de mayo de 2009.

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