Los desastres de la concertación

Fecode

Fecode desmontó el paro nacional indefinido

Pronunciamiento suscrito por el Comité editorial del Leonardo da Vinci y el Consejo editorial de Notas Obreras.

En la Junta Nacional del 29 y 30 de septiembre, Fecode decidió desmontar el paro del que venía hablando a lo largo de todo el año y que se realizaría en el mes de octubre.

Con semejante proceder renunció a la pelea por echar atrás el modelo de salud que el gobierno le quiere imponer al magisterio y a defender su régimen especial de pensiones. Además, abandonó abiertamente la resistencia contra el paquete de medidas que Uribe tramita en el Congreso: otras reformas pensional y tributaria y las reestructuraciones en la red hospitalaria pública, basadas en el despido de trabajadores y en la reducción de salarios, con el pretexto de resolver la crisis de tan vitales instituciones. El gobierno, ni corto, ni perezoso, apresuró la ofensiva y expidió el Decreto 3238, sobre los concursos para la carrera docente, mediante los cuales se busca, no el nombramiento de nuevos maestros, sino recortar la planta de personal.

Después de la lucha contra el proyecto 012 –que se convirtió en el Acto Legislativo 01- el Comité Ejecutivo de Fecode decidió renunciar al paro como arma de lucha, tomó por el atajo de la concertación, e hizo del adagio “del ahogado el sombrero” su divisa. Hoy, el balance no puede ser más desastroso: el primer fruto de la táctica concertadora fue la Ley 715, que el senador Jaime Dussan, con el aval de Fecode, negociò con el gobierno de Pastrana. De allí se han derivado una runfla de decretos y medidas que han arrancado, uno tras otro, todos los derechos que el magisterio colombiano había conquistado, empezando por el Estatuto Docente, la principal salvaguarda de su estabilidad laboral.

Las medidas han llevado a una disminución del personal docente, directivo y administrativo; al aumento de la jornada laboral, la carga académica y la cantidad de alumnos por aula; al establecimiento de un régimen disciplinario opresivo, y a la evaluación de alumnos, maestros e instituciones, arma para despedir docentes y directivos y para asegurar el contenido esclavizante de la educación.

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Este año, sin pelea, el profesorado perdió el Régimen especial en salud y está ad portas de perder el de pensiones. Repasemos los últimos acontecimientos y juzguemos si el sindicato del magisterio ha estado a la altura de las circunstancias.

La Junta Nacional de Fecode de los días 2 y 3 de febrero del presente año comenzó a insinuar la necesidad de un paro nacional indefinido para responder a las políticas con las que Uribe está liquidando la educación pública  y las reivindicaciones del magisterio, y la Junta del 2 de marzo aprobó su realización y dejó pendiente la hora cero.

La única posibilidad de darle un vuelco a las condiciones actuales está en una mayor injerencia de las bases en la toma de decisiones.

En el Plan de Acción de la Junta Nacional del 28 de abril se acordó rechazar las pretensiones del gobierno de igualar el régimen de salud del magisterio al dela ley 100, y el 28 de mayo el Comité Ejecutivo de la Federación aprobó un paro de 48 horas para los días 8 y 9  de junio. El 3 de junio, la dirección de Fecode expidió la circular 08 en la que señaló que el Consejo Directivo del Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio, acordó prolongar hasta el 28 de febrero de 2005 los contratos mediante los cuales se prestan los servicios de salud al profesorado; basado en ese deleznable acuerdo, el Comité Ejecutivo de la Federación, que consideró que esa medida contrastaba “con la pretensión del Ministerio de Educación Nacional de imponer al magisterio el modelo de la Ley 100”, decidió, por unanimidad, suspender el paro de 48 horas programado para el 8 y 9 de junio.

El 22 de julio, el Consejo Directivo de Fondo aprobó el Acuerdo 04, mediante el cual el Ministerio de Educación les impone a los maestros su modelo de salud, y Fecode se limitó a dejar la respectiva constancia. En la Junta Nacional de 11 y 12 de agosto nuevamente se declaró: “Todas las acciones deben tener como objetivo central organizar y desarrollar el Paro Nacional Indefinido”, se acordó que éste se realizará en el mes de octubre y se facultó al Comité Ejecutivo para decidir la hora cero. El 18 de agosto, en carta dirigida a la ministra de Educación, Fecode le entregó un pliego de peticiones y se lamentó “por la ausencia de una política de concertación”. El 17 de septiembre los jefes sindicalistas le enviaron una carta al presidente Uribe en la que ratifican el pliego presentado a la ministra, le piden una audiencia y expresan que requieren “un espacio de interlocución y negociación”

El 27 del mismo mes, la ministra de Educación anunció que el presidente recibiría a los dirigentes del magisterio en el Palacio de Nariño “para discutir las problemáticas educativas y tratar de conjurar el programado cese de actividades”, según lo informo Caracol. Y, finalmente, la Junta Nacional de 29 y 30 de septiembre aprobó por mayoría desmontar el paro nacional indefinido. Seis días después el Ministerio de Educación expidió el decreto 3238 sobre los concursos.

Al desactivar la pelea anunciada para octubre, Fecode le despejó el camino al gobierno para la aprobación en el Congreso del proyecto de Acto Legislativo que elimina los regímenes especiales de pensiones, ¿A cambio de qué? De nada. Ahora trasladó nuevamente el eje de su actividad al Congreso en donde los senadores Jaime Dussán, del Polo Democrático, y Luis Carlos Avellaneda, de Alternativa Democrática, ofrecen resolver con astucias lo que solo es posible con la presión de las masas. Ya el 31 de Octubre la Comisión Primera de la Cámara de Representes aprobó la reforma en primer debate, con un parágrafo propuesto por los mencionados senadores que mantiene el régimen prestacional para los maestros antiguos y se lo quita a los nuevos, entrega que ya habían negociado en el Plan de Desarrollo.

Los dichos parlamentarios enviaron sendas cartas a Fecode reclamando el éxito de su gestión y el sindicato expidió un comunicado de prensa titulado “Continúa vigente el régimen prestacional del magisterio”.

No olvidemos que al proyecto aún le restan siete debates. Las maniobras del cretinismo parlamentario le terminan sirviendo al gobierno, al cual le interesa mantener desmovilizados a los docentes y dejar para los últimos debates,la supresión del loado parágrafo. Como quedo claro en los debates de la Comisión Primera de la Cámara, el regateo de los fementidos voceros del magisterio se limitara a fijar la fecha en la cual los maestros perderán el régimen prestacional.

El magisterio debe asimilar las enseñanzas de lo sucedido con la Ley 715, fruto de la concertación entre Pastrana y los dussanistas, quienes alardearon de que el nuevo estatuto docente lo redactaría una comisión conformada por el gobierno, el Congreso y FECODE. En efecto, el gobierno creó la comisión y dejó que el sindicato expresara sus opiniones, y al cabo de seis meses, en julio de 2002, expidió unilateralmente el decreto 1278, que acabó con la estabilidad laboral de los docentes y con la profesionalización de la carrera, sin que el sindicato hubiese organizado la necesaria batalla para impedirlo. 

Foto:Google

Esta es la conducta típica de los jefes sindicales que hoy tienen a su cargo velar por los intereses de los trabajadores: hacen altisonantes pronunciamientos contra las medidas cocinadas por el gobierno, con amagues de lucha y llamamientos  generales a un paro en el que no creen, ademanes que combinan con el cabildeo parlamentario y con rogativas para que la contraparte se siente a negociar. Como no realizan un verdadero trabajo entre las bases para preparar el paro, a la hora de la batalla programada dicen que”no hay condiciones”, y responsabilizan de ello a los trabajadores. Para cubrir las apariencias, convocan una “gran movilización”, o invitan a respaldar el paro del momento de las centrales obreras, que tampoco es tal, sino una marcha más, como sucedió el pasado 12 de octubre.

En lo que si se esmeran es en crear ilusiones de que los cambios favorables a los trabajadores vendrán como fruto de los triunfos electorales de la “izquierda democrática”.

Según esta tendencia, los Garzón en Bogotá y el Valle del Cauca son “compañeros”, que si no pueden hacer más o aplican la política educativa oficial, se debe a que no tienen el poder a nivel nacional, y por ello, el paso siguiente debe ser ganar en las urnas la Presidencia de la Repùblica. Semejante conducta apesta a oportunismo y a reformismo. Ni los maestros, ni los asalariados de ningún sector pueden confiar en quienes muestran tamaña inconsecuencia en la defensa de sus derechos y reivindicaciones, pero al mismo tiempo se presentan como los adalides de la oposición, de la izquierda.

En la comparsa de los falsos defensores del magisterio que ocupan las sillas del Comité Ejecutivo de Fecode vale la pena mencionar al Moir, que pretende justificar su conducta contemporizadora afirmando que sin el concurso de los Dussanes y los Avellanedas será imposible la lucha de los maestros, cuando en realidad es al contrario: mientras el magisterio esté dirigido por esos señores, no habrá una auténtica resistencia a las políticas imperialistas que abaten la educación y a los docentes. Ante cada entrega, en lugar de desenmascarar ante las bases las claudicaciones, el Moir ha procedido a realizar una “crítica medida”, para llamar luego al dussanismo y a la Unidad Democrática a encabezar la lucha venidera.

En el fondo, el Moir no quiere disgustar a sus  compañeros de viaje en la Gran Coalición y por ello terminó imponiendo sus intereses electorales por encima de los de las masas. ¡Qué contraste son su política de otras épocas! ¡Cómo hacen de falta una posición de principios y una abnegada labor entre los trabajadores para arrancarlos de la influencia de los enemigos y de los inconsecuentes!

La única posibilidad de darle un vuelco a las condiciones actuales está en una mayor injerencia de las bases en la toma de decisiones. Se hace indispensable que los maestros conscientes asuman el papel de resueltos activistas y ayuden a que las masas entiendan que lo único que está asegurado con la burocracia que hoy controla sus organizaciones gremiales, es la entrega sin resistencia de lo que se había conquistado. La lucha contra las políticas imperialistas requiere de una tenaz batalla ideológica y política contra las posiciones del oportunismo. Sólo así Fecode volverá a ser la que fue en los días memorables de la Marcha de Hambre y de la conquista del Estatuto Docente.

Periódico Leonardo da Vinci

Notas Obreras

Bogotá, octubre 18 de 2004

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