¿Quién fue Wagner?

Tomado: DW

El poeta, director, escritor, escenógrafo y, sobre todo, compositor nacido el 22 de mayo de 1813 en Leipzig es, para muchos, todo un enigma. Su trabajo y personalidad siguen siendo objeto de debate.

Se dice que sobre su vida y obra se ha escrito más que sobre cualquier otro personaje de la historia, salvo Jesucristo o Napoleón Bonaparte. En el bicentenario de su nacimiento, Richard Wagner continúa siendo un tema ampliamente discutido, y sus obras se representan con más frecuencia que nunca.

Sus orígenes fueron humildes: su padre, Carl Friedrich Wagner, era un empleado de la policía; su madre, Johanna Rosine Wagner, hija de panaderos. El joven Wilhelm Richard Wagner, no obstante, desarrolló rápidamente un interés por el teatro. Al principio, quería ser poeta. Pero cuando a sus 16 años asistió a una representación de la ópera de Beethoven “Fidelio”, sus aspiraciones se tornaron hacia la ópera. Wagner quería ser compositor. Y ya en 1831, durante sus estudios musicales, comenzó con el desarrollo de su primera ópera. Él mismo escribió el texto, hábito que le acompañó durante toda su vida.

                 Comienzos tempranos

Minna Planer, primera esposa de Wagner.

A sus veinte años, Wagner ya dirigía el teatro de Magdeburgo. Fue allí donde conoció y se enamoró de su primera esposa, Minna Planer, con quien contrajo matrimonio en 1836 pero no tuvo hijos. La pareja vivió en Riga y París, siempre con dificultades económicas y en condiciones de pobreza. A pesar de ello, Wagner consiguió completar allí sus óperas “Rienzi” y “El holandés errante”. En esta época comenzó a interesarse por las corrientes revolucionarias izquierdistas.

En 1842 se trasladó a Dresde, donde fue el conductor de la Corte Real sajona. En octubre de ese año se representó por primera vez su ópera “Rienzi”. Entretanto, Wagner estaba ocupado con varios otros proyectos, tratando de expresar su visión de una nueva combinación de poesía, música y representación teatral en una “obra de arte total”. El objetivo no era menos que “la representación incondicional y exacta de la naturaleza humana en todas sus facetas”. Su tataranieta, Katharina Wagner, lo expresó recientemente de la siguiente forma: “En las obras de Wagner se tratan elementos básicos de la naturaleza humana, y características básicas como la envidia, el poder, el amor o el odio. Son cosas que, naturalmente, seguirán siendo actuales mientras existan los seres humanos.”

                       Maduración y consagración

Tras participar en la revolución de Dresde en 1849, Wagner tuvo que abandonar Alemania, al ser perseguido por la ley. En 1869, de vuelta en el país, el compositor seguía acosado por las dificultades financieras y se encontraba al borde del suicidio. Fue entonces cuando recibió una carta del joven rey de Baviera Luis II, que a sus 18 años comenzó a apoyar el trabajo de Wagner, y así continuó durante el resto de la vida del artista.

Tras varias aventuras amorosas antes y después de la muerte de su mujer Minna, Wagner se trasladó a Tribschen, en Lucerna, Suiza, junto con Cosima von Bülow, hija de Franz Liszt y mujer del director Hans von Bülow, uno de sus amigos y patrocinadores. La pareja tuvo tres hijos antes de contraer matrimonio.

En la ciudad bávara de Bayreuth, Wagner encontró por fin el lugar para hacer su visión realidad: su propio teatro, lejos de la vorágine urbana, donde el público podía concentrarse en la combinación de música, representación y poesía. En agosto de 1876, el teatro de Bayreuth abrió sus puertas con el estreno del ciclo de óperas “El anillo del nibelungo”.

El primer festival de Bayreuth fue un desastre financiero y un fiasco artístico, pero a pesar de ello, Wagner continuó con el segundo festival en 1882. En este solo se representó una obra, su última ópera “Parsifal”. Wagner murió el 13 de febrero de 1883 en Venecia.

El teatro de Bayreuth supuso la culminación del sueño de Wagner.

                    Wagner, el enigma

¿Por qué, a día de hoy, Wagner sigue causando fascinación? Fue, sin duda, uno de los compositores más influyentes de la historia. Su música postromántica no deja a nadie indiferente: hay quien la ama, y hay quien la odia. Wagner quiso revolucionar el teatro y la ópera, participó personalmente en una revolución política y se identificó posteriormente con las corrientes nacionalistas alemanas.

¿Era socialista? ¿Nacionalsocialista? ¿Cómo se deben interpretar sus contradictorios escritos? ¿Y su música? ¿Contiene esta, al igual que sus escritos, mensajes antisemitas? A día de hoy, este tema todavía sigue causando controversia. Para el director Christian Thielemann, no obstante, no hay debate posible: “La música no se puede politizar”, dice, en entrevista con DW. “Ha sido siempre el gran malentendido. Una elección de tempo en la ópera ‘Los maestros cantores de Núremberg’ no tiene nada que ver con política. Se hace por el bien de la obra. Cuando se hace con otros motivos, puede resultar dañina, o completamente incorrecta.”

A día de hoy, Wagner podría ser considerado un moderno auto-promotor de su trabajo. El compositor desarrolló su talento en un mundo que no aceptó su arte. Hoy, el mundo se lo agradece.

Autor: Rick Fulker / lab

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