Rubén Darío y la interioridad

Por: Silvio Avendaño

Síntesis: 

El ensayo gira en torno a Rubén Darío. Consta de cuatro partes. En (I) se dibuja la atmósfera burguesa y la situación del artista; a continuación (II) bosqueja la ciudad y el artista; seguidamente (III), se detiene en la religiosidad de Rubén Darío y la secularización; el último punto (IV) el conflicto en el horizonte secularizado.

 Atmósfera burguesa y situación de poeta

“Si era toda en tu verso la armonía del mundo

¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?

Escribió, Antonio Machado al saber que “Rubén Darío ha muerto en su tierra de oro”, El errante, en el arco comprendido entre 1867 -después de vagar por Guatemala, Chile, Costa Rica, Panamá, Buenos Aires, Europa, Brasil, Montevideo, New York- retorna, y muere, 1916, en Nicaragua:

“El retorno a la tierra natal ha sido tan

sentimental, y tan mental, y tan divino,

que aún las gotas del alba cristalina están

en el jazmín de ensueño, de fragancia y de trino.”

Sin encontrar la armonía, dado que la armonía que pretendía Rubén Darío no se encuentra en el entramado de la sociedad burguesa. Ya, Hegel, en La filosofía del derecho, había planteado como la sociedad civil es, en primer lugar, el tinglado de individuos atomizados, sin ningún lazo común, y, en segundo lugar, la sociedad burguesa se caracteriza por    el “egoísmo”, en el común denominador de la “propiedad privada”.  Y es así que, en la sociedad burguesa “el arte ya no vale como la forma más alta en que la verdad proporciona existencia”. No en vano Rubén Darío escribiría:

 

“Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo

botón de pensamiento que busca ser la rosa

se anuncia con un beso que en mis labios se posa

el abrazo imposible de la Venus del Milo.

Ciertamente imposible de alcanzar la armonía en una sociedad cuyo estilo esencial son los intereses privados, los de la utilidad, los del hedonismo, los del lujo, los de la riqueza. Todo aquello que el rey francés proclamó: “Enriqueceos”. En esa “prosa del mundo”, a la cual entraron las repúblicas hispanoamericanas luego de la independencia, la situación del artista no es otra cosa que la vida anfibia. Ya el arte no tiene la significación que tuvo en Grecia, tampoco el aura sagrada de la Edad Media, sino que en el embrollo de la sociedad civil se vive en dos mundos que se contradicen. De modo que en esta contradicción la conciencia deambula en el mundo exterior –realidad vulgar- y en el mundo interior murmuran las ideas y el reino de la libertad.

Es notorio que de la obra de Rubén Darío se conozca solo una parte. Lo publicado son sus obras de poesía: De epístolas y poemas, Azul, Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza, Los cisnes, El canto del errante, Poema de otoño, Canto a la Argentina, Poesía dispersa…y que no salgan a la luz pública: Los rarosEspaña contemporánea, Peregrinaciones, La caravana pasa, Tierras solares, Opiniones, Parisina, El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical, Letras , Todo al vuelo. La vida de Rubén Darío escrita por él mismo, Semblanzas, Cabezas, La isla de oro, Historia de mis libros…

En Cuentos y prosas profanas, en los breves relatos El rey burgués y El velo de la reina Mab, se puede ver la condición del artista en la sociedad del capitalismo tardío: Un día le llevaron al rey una rara especie de hombre ante el trono, donde se hallaba rodeado de cortesanas, de retóricos, de maestros de equitación y de baile. ¿Qué es eso?, preguntó el rey burgués- Señor, es un poeta- El rey burgués dice: Dejadlo ahí. Y ante el poeta que padece el hambre, el rey dice: Habla y comerás. El poeta, entonces, expone: Señor, ha tiempo que yo canto al verbo del provenir…He roto el arpa dulzona de las cuerdas débiles…, ha buscado el calor del ideal…porque viene el tiempo de las grandes revoluciones…

¡Señor, el arte no está en los frisos envoltorios de mármol, ni en los cuadros lamidos, ni en la excelente obra del señor Ohnat…Y el rey burgués termina por conceder al poeta un lugar en el jardín para que allí “pueda ganarse la comida con una caja de música; podemos colocarlo en el jardín cerca de los cisnes”. De esta manera, el poeta es un pobre diablo que daba vueltas al tirirín. Ante el cielo opaco, el aire frío, el día triste del mundo burgués, el poeta queda relegado porque la creación ya no importa, sino que lo que importa es el dinero, la ganancia y la utilidad.

Hasta una buhardilla -en el relato El velo de la reina Mab– donde se hallaban cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes lamentándose como unos desdichados, llega la reina Mab. El escultor siente el martirio de su pequeñez porque pasaron tiempos gloriosos, porque a medida que cincela el bloque lo ataraza el sentimiento. El pintor sufre terrible desencanto por el porvenir. ¡Vender un cuadro en dos pesetas para almorzar! Con su inspiración, el compositor entre la muchedumbre befa y le espera la celda del manicomio. El poeta, que dice: yo escribiría algo inmortal, más me abruma un porvenir de miseria y de hambre… Entonces la reina Mab toma el velo de los sueños, de los dulces sueños, y cubre a los hombres flacos, barbudos e impertinentes, y en ellos penetra la esperanza y en su cabeza el sol alegre, con el diablillo de la vanidad, que consuela en sus profundas decepciones a los pobres artistas.

                                              El artista y la ciudad.

En la parte externa de las ciudades hispanoamericanas hubo pocos cambios a partir de la independencia, anotó José Luis Romero. En realidad, se gestaron cambios en el paso de la monarquía española a la balcanización de las nuevas repúblicas. Hubo ruptura. Por cerca de tres siglos la corona española había establecido los virreinatos, presidencias o capitanías. Luego del arco entre 1810-1826 comenzó un periodo distinto. Si bien es cierto que se llegó a que la monarquía española desapareciera de Hispanoamérica y se consiguiese el aire de lo republicano, no sucedió lo mismo con el catolicismo. Éste prevaleció e hizo parte de las nuevas repúblicas. Los patricios comenzaran a organizar las instituciones políticas que reemplazara la organización colonial. La economía necesitaba urgentemente una reorganización que hiciera posible la unión con el mercado mundial.  A su vez se trató de crear una identidad. La formación de la religión patria cuajó en la historia patria, el escudo, las banderas, el himno nacional; junto al catecismo sagrado: creación, caída, promesa, Cristo, fundación de la Iglesia, últimos tiempos. La tendencia hacia el nacionalismo se convirtió en una obsesión. Al mismo tiempo crecieron los conflictos entre los patricios sobre los fines que se pretendía en las nuevas repúblicas. Andrés Bello escribió en 1823 Alocución a la poesía:

Divina poesía,
tú, de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría;
tú, a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grande escena.

Disputas, crisis, préstamos internacionales, luchas intestinas. Presencia y rechazo del utilitarismo Esteban Echeverría escribe El matadero, que encarna el ambiente político en el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas. Echeverría dibuja en El matadero a Buenos Aires, para simbolizar el clima polarizado de la política del país. Esboza la pérdida del individuo y la barbarie de la multitud federal en el régimen cruel de Rosas. El aire está polarizado y en el él hierve la violencia. En Facundo, obra de Sarmiento, está presente la tendencia política que surge a partir den la vida republicana. Tres décadas después de haberse gestado la independencia se hace evidente como las instituciones no mostraban un avance, más bien lo que se hace presente no era otra cosa que el atraso y el estancamiento.

 Además de la continua guerra en las repúblicas hispanas, en donde se gesta el nacionalismo sucede que los hombres dedicados a la política y las letras se escinden. Pedro Henríquez Ureña escribe: “Comenzó una división del trabajo. Los hombres de profesiones intelectuales tratan ahora de ceñirse a la tarea que habían elegido y abandonaron la política. El timón del Estado quedó a manos de quienes no eran sino políticos, y como la literatura no era ninguna profesión en la sociedad que dominaba la división del trabajo se convirtieron en periodistas o maestros, o en ambas cosas”.

 Los conflictos crecían mientras la agricultura se extendía.  Sergio Arboleda planteó que si bien se había dado la independencia, la revolución llevaba al fracaso, y por tanto, había que mirar al pasado, a los valores de la hispanidad. Más, las ciudades patricias de enfrentamientos y luchas políticas se fueron quedando atrás porque se gestaba la vida burguesa. La tecnología del carbón de hulla- máquina de vapor- hierro- llega al mundo hispano. Las líneas del ferrocarril se extienden en la ilusión del progreso. El ejemplo de Haussman en Paris llegó también a las latitudes hispanas. Entonces se trazaron avenidas, edificios y los parques se adornaron con estatuas de los héroes nacionales. En las ciudades la vida de la clase en ascenso se manifestó en el club. Los intelectuales encontraron el café.

El progreso material contrastó con lo antiguo. En las ciudades burguesas surgieron empresas de capital extranjero, en la fragmentada Hispanoamérica, de republiquetas. La burguesía, bien bancaria o industrial desplazó a los patricios. Muchos se lanzaron a la industria y muchos fracasaron. Ascender no fue fácil, pero “progresar” fue la aspiración de muchos. Y en ese mundo donde se respira el aire burgués, el artista habitó el mundo anfibio.

Ya Charles Baudelaire, como observador sensible y clarividente había captado lo que Walter Benjamin, en el Siglo XX, calificó como “pérdida del aura” en el mundo burgués. “¿Qué son los peligros de los bosques o de las praderas comparados con los choques diarios de la civilización?” Baudelaire respiraba “lo efímero, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable”. ¿Qué sentido tiene la percepción del poeta en el horizonte del estadio positivo, de la ciencia y de la técnica, planteado por Augusto Comte?”  Por una parte, lo que importa es la ganancia, la utilidad, el éxito, el dinero; además, más el artista vive en el sueño, la esperanza, la utopía que contradice, la prosa del tiempo. Mallarne plasmó un tipo de escritura que “podría arrojar los incisivos términos del lenguaje como los arqueros tracios disparaban sus sinuosas flechas”.

En torno al vaho del tabaco, alrededor de la cerveza y tazas de café expresaron los intelectuales su sensibilidad, su disentir, frente a la prosa despiadada del capitalismo que arrollaba. Unos se refugiaron en el pasado, como es el caso de Miguel Antonio Caro que se empeñó en la utopía que no mira hacia el futuro sino al pozo del pasado hispánico. A su vez Rafael Núñez, con el ojo futurista escéptico preveía que la estática podría zozobrar frente a las tendencias que afectaban la estabilidad política de la República.  No en vano escribió: “La República espiritual, con su aureola de esperanzas infinitas, debe venir al socorro de la República laica”.

El catolicismo es un baluarte para Rafael María Carrasquilla. El ilustre prelado veía un peligro en la doctrina liberal y el marxismo. Otros miraron al pasado indígena y comenzaron a encontrar en el terruño, los valores ancestrales, buscaron lo “nuestro”. Rodó llamó a la juventud en nombre de Ariel. “La concepción utilitaria, como destino del hombre y la igualdad en lo mediocre, como norma de la producción social, componen, íntimamente, relacionadas, la formula, de lo que ha solido llamarse en Europa el americanismo”. No sería hasta después de 1900 cuando la estética de Baudelaire y la idea nihilista de Nietzsche, se convirtieron en la nueva base sobre la que los intelectuales pudieron adoptar algunas políticas, organizado vanguardias, como el expresionismo (1911). Pero en el aire de las repúblicas españolas el poeta respira el aire del odio, de la guerra, como se puede ver en el poema Colón, de Rubén Darío.

“¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,

tu india virgen y hermosa de sangre cálida,
la perla de tus sueños, es una histérica
de convulsivos nervios y frente pálida.

Un desastroso espíritu posee tu tierra:
donde la tribu unida blandió sus mazas,
hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,
se hieren y destrozan las mismas razas”.

 

La política se afianza en el quehacer de la república: enfrenta conflictos, establece estrategias de paz o guerra, cambia las constituciones, etc. Los artistas tendrán el camino para convertirse en periodistas o bien de maestros. Escribirán columnas, artículos, o bien, dictarán sus clases para superar la necesidad y la penuria. Claro que no fueron todos. Hubo excepciones: Leopoldo Lugones, José Asunción Silva, Ricardo Jaimes Frere, José Enrique Rodó, Guillermo Valencia. O bien recibirán apoyo de algún gobierno. O, como Baldomero Sanín Cano quien se encontró en la Atenas suramericana: “abrumado por el trabajo que le obliga a ocuparse hasta del alimento y el estiércol de las mulas” ya que no encontraba cátedra en las universidades, en tiempos de la Regeneración.

O bien Vargas Vila, escritor y periodista que consideró que “la política, es la ciencia de los mediocres, no es la ciencia del César, es la de Augusto, ¿qué hay grandes políticos? Sea; como hay grandes saurios, en los fangales de un río; la grandeza relativa; la Historia lo atestigua, que todo verdadero grande hombre, que llega a la política, fracasa en ella. ¿Por qué fracasan los libertadores, al llegar al Poder, en los pueblos libertados por ellos? ¿Por su exceso de idealismo, por no decir de romanticismo?”

Rodó, Martí y Rubén Darío ven el peligro en la Normandia, como lo planteó Ariel. No en vano Estados Unidos se apoderó de Cuba y Puerto Rico. En El triunfo de Calibán, escribe Darío: “Pero, desde la guerra de Secesión y la brutal invasión al Oeste, se ha desprendido libremente el espíritu yankee del cuerpo informe y “canibalesco”; aspiración generosa con el viejo mundo ha contemplado con inquietud y terror a la novísima civilización que pretende suplantar a la nuestra declarada caduca. Esta civilización embrionaria e incompleta en su deformidad, quiere sustituir la razón por la fuerza, y la satisfacción egoísta, la calidad con la cantidad (…)

Confunde el progreso histórico con el desarrollo material; que la democracia consiste en la igualdad de todos por la común vulgaridad y aplica a su modo el principio darwinista de la selección, eliminando de su seno a las aristocracias de la moralidad y el talento. No tiene alma, mejor dicho: sólo posee el alma apetitiva que en el sistema de Platón es fuente de las pasiones groseras y de los instintos físicos.” Rodó insiste en el papel de los jóvenes para crear su propia identidad y cultura regionales sin estar afectados por las influencias exteriores. Asimismo, Rodó critica la democracia yankee como modelo de democracia por su carácter utilitario, que se opone al espíritu democrático. Según el autor, la democracia se logra a través de la educación del pueblo y está basada en la igualdad social y en el acceso de todos a todas las ramas del saber. No se puede desconocer que se confunden los procesos electorales con la forma de gobierno democrático.

El errante Rubén Darío ve el peligro, en el poema Roosevelt, no se puede olvidar lo que ocurrió en Panamá.

¡Es con voz de Biblia, o verso de Walt Whitman,

que habría que llegar hasta ti, Cazador!

¡Primitivo y moderno, sencillo y complicado,

con un algo de Washington y cuatro de Nemrod!

Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor

de la América ingenua que tiene sangre indígena,

que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

                            Religiosidad y secularización.

 Un lector de Nietzsche como lo fue José Asunción Silva junto con Baldomero Sanín Cano, robándole tiempo al tiempo de la ganancia y del éxito, percibe lo que ocurre. Así en el poema El mal del siglo dibuja la relación entre el médico y el paciente.

El paciente:

Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo… el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano… un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis…

El médico:

—Eso es cuestión de régimen: camine

de mañanita; duerma largo, báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho,
¡Lo que usted tiene es hambre!…

Y ante las dos miradas, en las que se percibe el mundo anfibio, característica del mundo burgués vale anotar como Kierkegaard propuso los tres estadios: estético, ético y religioso. Modos de ser de la existencia en el tinglado del mundo burgués. Pronto luego de la independencia se extendió el pensamiento del utilitarismo, en un espacio que se caracterizaba por el “trono y el altar”. La duda, la crisis, la pérdida de la fe, se fue haciendo presente. Aunque no hubo reflexión filosófica al estilo de Feuerbach, Marx o Nietzsche, no se puede negar que la desmiraculización del mundo se fue haciendo presente en el horizonte hispanoamericano.

 

Sólo que la interioridad en la cual la relación entre lo finito y lo infinito –el hombre y Dios- ¿qué sentido tiene en el horizonte burgués? Mientras que el cristianismo tiene como mandato divino: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” en el caso del capitalismo esto se convierte: “Ama a tu prójimo y consúmelo como a una cerveza bien helada” No en vano Teodoro Adorno ha planteado que el cristiano en el mundo burgués es jorobado y contrahecho, aunque en Hispanoamérica el catolicismo continuo sin que hubiese ninguna contradicción con el republicanismo.

 Es distinta la situación en el mundo de las repúblicas hispanas pues en el mundo burgués se gestó la separación de la Iglesia y el Estado. En las repúblicas hispanas se acogió algo sui generis.  No se encontró contradictoria la unidad entre religión y el Estado. Continuó luego del abandonó del imperio español y la formación de las repúblicas “la religión de nuestros padres”. Por otra parte, a pesar de que hubo el esfuerzo de la Sociedad Bíblica, para distribuir y fomentar la formación de la lectura del texto sagrado, esto no fue posible. Permaneció luego de la formación de las repúblicas que surgieron entre 1810-1826 la unidad del “trono y el altar”. La legitimidad religiosa se constituyó en parte del poder de las nuevas repúblicas. Así después de las revoluciones se siguió con la enseñanza del catecismo del padre Ripalda o del padre Astete. No hubo alfabetización que hiciese posible la formación del lector desde el punto de vista religioso, sino se siguió como en tiempos coloniales a la luz de la

Contrarreforma. José Eusebio Caro pensó: “La Nueva Granada, durante el pupilaje colonial, no conoció doctrina moral alguna que fuese enseñada generalmente, porque en aquella época de sueño nada se enseñaba. La religión sólo la conocimos por sus prácticas, por su culto externo, por la parte de ella que más se dirige a los sentidos; no por el dogma, no por la esperanza, no por la caridad, no por la parte sublime de ella que se dirige al corazón y al alma. Sin duda el culto externo hace parte integrante del cristianismo, pero en modo alguno es su parte principal”.

La religión superficial creció en el barroquismo y el culto externo. En un poema de José Asunción Silva intitulado Infancia, el poeta en horas de amargura y desaliento vuelve al pasado y va a los recuerdos:

  componer el pesebre
de los silos del monte levantados;
tras el largo paseo bullicioso
traer la grama leve,
los corales, el musgo codiciado,
y en extraños paisajes peregrinos
y perspectivas nunca imaginadas,
hacer de áureas arenas los caminos
y del talco brillante las cascadas.

Los reyes colocar en la colina
y colgada del techo
la estrella que sus pasos encamina,
y en el portal el Niño-Dios riente
sobre el mullido lecho
de musgo gris y verdecino helecho.

¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
cutis de níveo armiño,
cabellera de oro,
ojos vivos de plácidas miradas,
cuán bello hacéis al inocente niño!…

En Hispanoamérica, en el siglo XIX, con un pasado anclado en la escolástica no se racionalizó el nihilismo. “Hubo un tiempo en que el hombre tenía un cielo dotado de una riqueza pletórica de pensamientos y de imágenes. El sentido de cuanto es radicaba con el hilo de luz que unía con el cielo” escribió Hegel, en 1807, en la Fenomenología del espíritu. Sören Kierkegaard en ese entorno donde se gestaba el nihilismo tuvo que replantear la religión en la prosa del capitalismo. No en vano concibió el cristianismo como: “El héroe trágico (que) renuncia a sí mismo para expresar lo general, y el caballero cristiano de la fe que renuncia a lo general, para convertirse en particular”.

 El poeta Heinrich Heine escribió: “El cielo se lo dejamos a los curas y a los gorriones.” Dostoievski en Los hermanos Karamasov, describe la vuelta de Cristo. La acción se desarrolla en Sevilla, en tiempos de esplendor de la Inquisición. El Maestro ha vuelto para acercarse al pueblo que padece y sufre. Más es descubierto por la jerarquía ¿Por qué has venido a perturbarnos? – le increpan los purpurados. “Mañana mismo lo juzgo y te condenó a morir en la hoguera como el peor de los herejes… Todo te los diste al Papa, y no nos venga ya con nada, no nos estorbes por algún tiempo”, dice el inquisidor. Nietzsche planteó la muerte de Dios.

Pero en Hispanoamérica no hubo reflexión filosófica en torno al tema religioso, tampoco se profundizó en la teología. En el mundo hispano continuó la escolástica. Jaime Balmes la hizo florecer. Frente a las corrientes filosóficas del pensamiento moderno, como el empirismo, el kantismo, el idealismo alemán, Balmes propuso.

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