El azote de la usura. Una nueva y más profunda crisis

La hegemonía financiera en el mundo despoja de vivienda a los estadounidenses, somete al hambre a millones de seres, arrebata las pensiones y cesantías y conduce a una crisis generalizada.Estos son los resultados de décadas de libertad a los capitales y de ley de hierro contra el trabajo

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Humillación y envilecimiento del salario se han extendido por todas partes

Desde los años 80 los agiotistas internacionales viven un verdadero frenesí, pues a lo largo de estas décadas se ha impuesto una drástica rebaja global de los salarios, las empresas que eran patrimonio público se convirtieron en su botín y de la rapacidad no escapan ni siquiera la salud o la educación. Además, se han beneficiado de las reducciones de impuestos internos y aranceles, y los pocos controles estatales que se ejercían han sido barridos de las legislaciones. Ninguna disposición impide que el gran capital se desplace a lo largo y ancho del mundo, se apropie de minas y factorías, campos de cultivo y medios de comunicación, transportes y bancos, manipule las monedas y engulla la Hacienda pública y esclavice a la mano de obra.

Las jugosas utilidades obtenidas en condiciones tan favorables se concentran en las entidades financieras y se destinan a pescar ganancias enormes en cuestión de horas. La velocidad con la que se mueven los capitales determina que una moneda -como el peso-, los bonos del Estado o las acciones puedan trepar o caer, acumulando caudales en unas pocas manos y despellejando a muchos. Los distintos renglones económicos pasan de los espasmos, cuando ofrecen alta rentabilidad, a la parálisis, cuando dejan de ser atractivos para los pescadores de río revuelto.

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El 12 de abril de 2008, más de 20.000 personas se amotinaron en Bangladesh para protestar contra los altos precios de los alimentos y los bajos salarios, con un saldo de 50 heridos. la ola especulativa que se ha desatado con los alimentos y los combustibles está provocando levantamientos en todo el mundo.(Foto AFP)

Es el ciclo por el que ha atravesado el sector inmobiliario en Estados Unidos. En la actualidad, los bancos están rematando allí millones de viviendas, puesto que los compradores no pudieron cancelar las cuotas, que crecían descontroladamente jalonadas por las tasas de interés. Dado que el Banco Central de los Estados Unidos, conocido con el nombre de la Reserva Federal, venía prestando a las entidades crediticias a tasas supremamente bajas, dichas entidades se habían dedicado a embarcar a la gente en deudas hipotecarias con intereses ajustables. Las facilidades ofrecidas al comienzo se convirtieron en un flagelo para los deudores.

Los consorcios constructores vendieron las unidades residenciales a un plazo de 30 años, con garantía hipotecaria; enseguida, ofrecieron títulos valores respaldados por dichas acreencias, de tal manera que no tenían que esperar largo plazo para disponer del capital de nuevo y, además, podían despreocuparse de la solvencia de los compradores. Los bancos, que habían suministrado buena parte del dinero de las construcciones, en lo fundamental compraron estos títulos y, a su vez, emitieron una gran cantidad de papeles financieros. Mencionemos algunos de ellos. Los swaps los adquirieron quienes querían asegurarse ante el no pago; para ello, amortizaban una prima mensual y, en caso de incumplimiento, recibirían la totalidad del monto asegurado.

A ese objeto, se dice, hay que colmarlas de facilidades para que obtengan ganancias; pero cuando las grandes multinacionales o los más poderosos bancos arrostran pérdidas, acuden a la tabla de salvación de los dineros públicos; de tal manera que las ganancias son siempre privadas pero las pérdidas son de todos.

Sobra decir que quienes poseían los swaps estaban interesados en la quiebra de los deudores. También pusieron en circulación todo otro tipo de papeles respaldados por la deuda hipotecaria; algunos devengaban una baja tasa de interés a cambio de mayor seguridad y otros prometían una  mayor tasa de interés pero eran más riesgosos. Hoy, el mundo está inundado de títulos valores de todas las características y nombres; por cada uno de los cuales los bancos están percibiendo derechos y regalías. A su vez, los bancos crean fondos de capital de riesgo, mediante los cuales pueden mantener operaciones que no figuran en sus balances, controlan fondos de cesantías y de pensiones y las llamadas entidades calificadoras de riesgo, encargadas de hacerle creer al público que las inversiones a las que los invitan son fabulosas, lo que ha llevado a que millones de personas pierdan sus ahorros.

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En Haití, al menos cinco personas murieron en las manifestaciones contra el aumento de los precios de los alimentos.Los precios de productos básicos, como el arroz , los frijoles y las frutas se duplicaron en el último año (Foto AFP)

De esta manera tan dolosa, obtuvieron miles de millones de dólares de los compradores de inmuebles, a quienes ahora despojan de la anhelada vivienda, recogieron de manera inmediata el capital con la venta de papeles y, ahora, mediante los llamados fondos buitre, salen a hacerse a precio de ganga de las empresas, acciones y propiedades de quienes quebraron. No sólo es la cadena de estafa más poderosa, sino que, además, cuenta con el respaldo del gobierno de los Estados Unidos y de los organismos multilaterales que lo acolitan.

Se ha venido afirmando que el sistema financiero norteamericano es el más flexible y que había logrado dispersar el riesgo de crisis, cuando en realidad lo que ha logrado es generalizar el problema. Cuando empezó a producirse el impago en las deudas hipotecarias y a caer el valor de las viviendas, todos aquellos que tenían títulos con ese respaldo se sintieron dominados  por el pánico y corrieron a venderlos a pérdida. Los precios de las acciones de las empresas con inversiones en construcción y de los bancos altamente comprometidos con este negocio también cayeron en las bolsas de valores drásticamente. Es el caso del banco Bear Stearn, cuyas acciones bajaron de $ 200 a dos dólares y del cual los depositantes retiraron en dos días más de 17 mil millones de dólares, lo que lo condujo prácticamente a la quiebra. Muchos pequeños inversionistas y ahorradores perdieron su dinero, y los fondos de pensiones sufrieron duros reveses.

Igualmente, en Francia, Alemania, Australia, los Estados Unidos y varios otros países numerosos fondos de capital de riesgo tuvieron que declararse en bancarrota. Lo peor de todo, hoy hay más de 9 millones de viviendas, sólo en los Estados Unidos, con embargos judiciales y en remate; la mayoría de ellos pertenecen a personas de origen latino o de raza negra. Se calcula que en un año el número de unidades encartadas puede llegar a los 15 o 20 millones. El consumo, la parte más importante en el producto interno de esa nación, ha caído verticalmente y el desempleo prolifera; sólo en lo corrido de este año han perdido su puesto más de 300.000 personas, de las cuales las entidades financieras han despedido a miles de funcionarios en el curso de unos pocos días.

Ante la magnitud del problema, el gobierno de Estados Unidos y su Banco Central decidieron concentrar todos los esfuerzos en salvar a los bancos que enfrentaban dificultades. Para evitar la quiebra de Bear Stearn le facilitaron la suma de $ 30 mil millones de dólares al banco Goldman Sachs. Bush, por su parte, devolvió más de $ 170 mil millones de impuestos. Por el contrario, para los millones de familias que enfrentan la inminencia de la pérdida de su vivienda no hay ningún alivio, sino que son calificadas de irresponsables por asumir créditos por los cuales no pudieron responder.

Durante décadas se ha defendido la teoría de que el Estado no debe controlar la economía, porque es ineficiente, que sólo las empresas, movidas por el ánimo de lucro, pueden  hacer prosperar a los pueblos.

A ese objeto, se dice, hay que colmarlas de facilidades para que obtengan ganancias; pero cuando las grandes multinacionales o los más poderosos bancos arrostran pérdidas, acuden a la tabla de salvación de los dineros públicos; de tal manera que las ganancias son siempre privadas pero las pérdidas son de todos

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Foto kevin Carter, premio Pulitzer 1994

Con el argumento de que hay que recuperar la economía, la Reserva Federal ha reducido la tasa de interés desde agosto pasado de 5,25% a 2,25%, de tal manera que los bancos pueden endeudarse a una tasa de interés bastante baja y seguir prestando en todo el mundo a altas tasas de interés, como las que tiene que abonar el deudor colombiano, que pueden llegar hasta el 30%, lo que hace el negocio de los prestamistas bastante rentable. Pero hay más. Las consecuencias son nefastas para la economía nacional, pues esa facilidad de adquirir dinero barato allá y prestar con alta rentabilidad aquí es uno de los principales factores que determinan el ingreso de enormes sumas de dólares a Colombia; por ello el dólar se ha devaluado frente al peso colombiano, lo cual ha puesto en graves aprietos a muchas empresas exportadoras, entre ellas las cultivadoras de flores.

Por ejemplo, en el año 2002 un dólar equivalía a $ 2.800, mientras que hoy equivale a $ 1.800. Si por cuatro rosas pagan un dólar, el empresario colombiano recibía en 2002 $ 2.800 por ellas y ahora solamente recibe $ 1.800, lo cual explica el cierre de algunas de las firmas y el apuro que atraviesa la mayoría de ellas. Esta política de permitir la entrada masiva de capital extranjero ha sido considerada por el régimen  como uno de sus principales éxitos, para el uribismo llevar a los floricultores al borde de la quiebra es una victoria. No obstante el grupo de Augusto Solano, de Asocolflores, es un furioso partidario del gobierno actual. Esta política de puertas abiertas al capital extranjero es la que quiebra las empresas de flores, no son los sindicatos ni los exiguos salarios que perciben los trabajadores, pero sí son éstos quienes soportan la recarga laboral, humillaciones y el envilecimiento del salario con los que las empresas tratan de resarcirse de las tribulaciones que padece la floricultura.

Una vez la venta de inmuebles quedó paralizada, los financistas, aprovechado el crédito barato que les ofrece el banco central, se dedicaron a especular con los alimentos, el petróleo y otras materias primas. Estos productos ya venían al alza por el gran negocio de los bio-combustibles, que hace que la palma y el maíz se destinen a preparar etanol y que muchas hectáreas en las que se plantaba arroz se planten con especies transformables en carburante. Esa es la razón de que el trigo,-y por lo tanto el pan y las pastas-, el maíz, el arroz, el aceite y muchos otros productos alimenticios enfrenten una escalada de precios que ya ha provocado hambruna y grandes protestas en muchos países.

El propio Banco Mundial estima que este factor ha conducido a la pobreza extrema a más de 100 millones de personas en el mundo. Pero las hienas de las finanzas no tienen escrúpulo alguno en someter a la inanición a millones de seres humanos, muchos de ellos niños, con tal de continuar lucrándose.

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Miles de yemeníes se congregaron en Sanaa, la capital, en una manifestación organizada por los partidos de la oposición para exigir que se frene el aumento en el costo de los productos básicos.(Foto AFP)

En los distintos momentos en que la crisis ha hecho temer a los inversionistas las pérdidas de sus capitales, éstos han huido de los mercados como el colombiano, produciendo una brusca caída de los precios de las acciones en la Bolsa de Valores, lo que ha determinado pérdidas para los trabajadores que se ven obligados a cotizar a los fondos de pensiones y cesantías; también los pensionados han visto reducidas sus mesadas. Los altos burócratas de los fondos de pensiones y cesantías juegan irresponsablemente en la bolsa con la seguridad social de millones de trabajadores colombianos, en eso consiste la reforma a la seguridad social y ese es el interés que se oculta detrás de la privatización y el desmonte del seguro social.

Los economistas al servicio de la oligarquía mundial sostienen que las entidades financieras son indispensables porque reúnen capitales donde los hay en exceso y los ofrecen a bajo costo allí donde y cuando son necesarios; esta es una de las maravillas del mercado libre, reza dicha versión. Los terribles traumas económicos que se viven muestran la falsedad de esas afirmaciones. La economía mundial vive bajo la dictadura de los financistas, que cada día concentran más poder, no sólo económico sino también político; los renglones más necesarios para el bienestar no reciben la financiación que requieren, y cuando la obtienen, las condiciones son tales que al auge de recursos lo sigue la ruina. La abundancia de riqueza conduce a la miseria de las inmensas mayorías porque la abundancia, fruto de la labor de ingentes masas de seres humanos, no se aplica a la prosperidad de todos, sino que se empuña como un arma por parte de un puñado que se enseñorea sobre la especie entera.

 

 

 

 

 

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