El sancocho nacional

Por. Silvio Avendaño

Hace un tiempo, al terminar una de sus obras de teatro, El Guinnaru, Enrique Buenaventura, al establecer el diálogo con el público, narró que había presentado dicha obra, en un país africano y, al final había sido invitado al plato nacional. Y cuál no sería la sorpresa, cuando a la mesa le llevaron el sancocho de cola, plato típico del Valle del Cauca. Solo que al mencionar la palabra sancocho, me viene a la mente, la figura de Bateman Cayón, antes de qué al avión se le acabara la gasolina, como en los cuentos de hadas. Este “sujeto” como lo “fichó” el organismo de seguridad propuso, “la viabilidad de un nuevo modelo de democracia que designó con el nombre de sancocho nacional.

 Y en estos días los compas, ñeros y parces propusieron en torno al fogón de leña y un enorme caldero, que cada uno aportemos, para llevar a cabo ese plato de cocina criolla.

Así que, cada uno nos metimos la mano al bolsillo y se acordó la participación de todos. Unos pelaríamos la papa, otros se encargarían de los plátanos, sólo que tenían ser plátanos verdes y que se debían cortar en mitades, no faltarían quien terminara llorando al partir las cebollas cabezonas o al hacer trocitos la cebolla junca, las yucas blancas como la inmaculada concepción, debían ser despojadas de su oscuro cascarón y cortadas en cuatro partes, además de los ajos gigantes, importados de China y la consabida ramita de cilantro, pero no tanto…

 Todo iba bien al seguir la receta hasta que se “formó” la discusión en torno a la carne que se debía conseguir para echarle a la olla. Algunos dijeron que debería ser carne de res, pero otros opinaron que era difícil porque la res publica, (la vaca pública) estaba muy descuartizada, dado la desfiguración de la política, al convertirla en enriquecimiento del interés particular. Entonces, viendo que la res pública se encuentra debilitada y, disque necesita una reforma tributaria, se dijo que la carne debía ser de pollo, más pronto de advirtió que el pollo había muerto en 2007. Entonces se planteó que en la fama se estaba vendiendo cerdo. Pero cuando fueron a buscar al cochino se cayó en cuenta que era inalcanzable. Para la sazón, dijeron que el sancocho quedaba bien con carne de ave doméstica.  En aquel momento me dio culillo, susto, miedo. Me di cuenta que mi pellejo estaba en peligro, pues si bien es cierto, que mi carne es sabrosa, yo no puedo ser parte del sancocho nacional, pues soy más cobarde que una gallina.

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