En el centenario de la Revolución Rusa (primera parte)

Por Martha Cecilia Vargas Torres
23 de octubre de 2017


Revolución Rusa - Lenin

El 25 de octubre de 2017, de acuerdo con el calendario juliano (7 de noviembre, calendario gregoriano, de uso actual), el mundo celebra el Centenario de la Revolución Rusa, que fue, sin duda, no sólo el hecho más importante del siglo XX, sino que tiene una gran trascendencia histórica para la humanidad. En esta revolución, dirigida  por Lenin y su Partido, el Bolchevique, por primera vez en la historia de la humanidad los obreros y campesinos tomaron el poder, derribaron la dictadura del Zar, de la aristocracia y de los capitalistas; se convirtieron en el principal baluarte contra la opresión y transformaron un país monárquico y atrasado en uno moderno e industrial. Los trabajadores dejaron su impronta y protagonizaron una gesta que al mundo del Siglo XXI todavía asombra. Estudiarla, comprender sus lecciones es de primera importancia para la lucha de los pueblos del mundo.

Para John Reed, gran cronista de estos hechos, la llegada de los bolcheviques al poder constituye un punto decisivo en la historia y una de las más maravillosas aventuras en que se ha empeñado la humanidad. (Reed, 1919).

El Centenario va mucho más allá de Rusia; atañe a todos los pueblos del orbe, algunos bajo cuya influencia se produjeron también revoluciones que desarrollaron aún más el marxismo leninismo. Este 2017, nos ofrece la oportunidad de estudiar en profundidad el desarrollo de los hechos. Un siglo ha pasado y sus enseñanzas cobran mayor vigencia, por tanto, bien vale la pena reflexionar sobre ellas, y constatar que los contrarrevolucionarios, los oportunistas y los mencheviques pululan hoy por el mundo, desligados del pueblo, movidos por el único afán de ocupar cargos en los gobiernos opresores o recibir otra clase de prebendas.

En los comienzos del Siglo XX Rusia era un país predominantemente rural, el campesinado constituía el 80 % de la población, es decir, la inmensa mayoría de los habitantes del Imperio. Si bien es cierto que desde finales del siglo XIX se introdujeron reformas que modernizaron algunas actividades agrícolas, pervivían en el campo relaciones semifeudales y también formas arcaicas de explotar la tierra.

imperio ruso

Tras la liberación de los siervos en 1861, las condiciones de vida del campesinado pobre no mejoraron, la mayor parte de la tierra pertenecía a la familia del zar, a las iglesias, a los monasterios, a la nobleza y a los campesinos ricos (Kulaks). Los campesinos pobres vivían en la penuria, y sus escasas cosechas no les garantizaban ni siquiera el alimento. Se veían siempre en la necesidad de comprar trigo, si tenían  con qué. Sus terruños hallábanse en completa decadencia; en muchas ocasiones con los escasos rublos que percibían debían comprar el forraje, reparar su arado y los demás aperos, pagar al pastor y los impuestos. Sencillamente, no estaban en condiciones de cultivar su tierra. También en el campo ruso se habían introducido reformas capitalistas tales como el empleo de máquinas y el desarrollo de elementos comerciales y de empresa que crearon un mercado de tierras.

Cada año esa masa campesina se arruinaba más y más, emigraba del campo a las ciudades y a las fábricas y engrosaba las filas de los braceros y los peones. Miles de campesinos se veían obligados a abandonar sus chozas, a dejar sus parcelas a la comunidad —tierras colectivas de las que se adueñaron posteriormente los terratenientes— a convertirse en asalariados, en jornaleros, en peones, en proletarios (LENIN V. , A LOS POBRES DEL CAMPO, 1903).

La Primera Guerra Mundial también afectó de manera significativa la vida en el campo, el reclutamiento se cebó en los campesinos pobres, ya que los terratenientes y los  kulaks hallaban la forma de evadir el servicio militar. Los millones de soldados que cayeron en la carnicería de la guerra imperialista provenían principalmente de la masa campesina.

No sólo en el campo se vieron desarrollos del capitalismo, sino también en la manufactura: se explotaban el hierro, el carbón, el acero, el petróleo. El empleo del vapor en la producción daba fuerza a una industria maquinizada y la construcción de ferrocarriles era notoria, circunstancias que generaron un mayor crecimiento de la clase obrera.

Rusia en la Primera Guerra Mundial

En julio de 1914 en Europa estalló la Primera Guerra Mundial. La concentración de capitales, propia del desarrollo imperialista del capitalismo, agudizó la lucha por los mercados, la rapiña para hacerse a nuevas colonias y desató una carrera armamentista, especialmente por parte de Alemania; todo ello en medio de discursos nacionalistas y patrioteros.

La guerra enfrentó a la Triple Alianza, constituida por Francia, Gran Bretaña y Rusia, y las llamadas «potencias centrales» (Alemania y Austria-Hungría). El zarismo, fuertemente ligado a los capitalistas franceses, se ubicaría en el lado de la Entente, bloque militar constituido mucho antes de 1914. El 29 de julio, los austriacos bombardearon Belgrado y en ese mismo día el Zar Nicolás II decretó la movilización general, en medio de expresiones de alegría y chovinismo de una mayoría de la población que pensaba que esta aventura guerrerista duraría muy poco, sin sospechar siquiera la inenarrable carnicería.Asamblea en la fabrica Putilov en octubre de 1917

La II Internacional

Se creó en Paris en 1889 en el centenario de la Revolución Francesa. Esta organización proclamó el 1 de mayo como día internacional de los trabajadores. En los distintos congresos que tuvieron lugar, los partidos socialistas de los países europeos discutían acerca de la situación mundial. En sus debates se expresaban los distintos puntos de vista sobre la naturaleza de las transformaciones sociales. Algunos de sus integrantes proponían meras reformas al régimen capitalista y  revisar el marxismo en tal sentido, en vez de defender la revolución. Al estallar la Primera Guerra, y pese a que en anteriores congresos se había acordado oponerse al belicismo de los gobiernos de las potencias, el 4 de agosto de 1914 la socialdemocracia alemana votó en el parlamento los créditos de guerra, votó en favor de la guerra imperialista. Lo mismo hicieron los socialistas de Francia, de Inglaterra, de Bélgica, entre otros; reinó un socialismo de palabra y el chovinismo de hecho y cayeron en brazos de la burguesía imperialista. Lenin señaló que estas posiciones traicionaron vilmente la causa del proletariado y del socialismo; abandonando la solidaridad internacional de los trabajadores, principio fundante de la I Internacional. Lo que hicieron fue lanzar a los obreros y campesinos de los Estados beligerantes unos contra otros, bajo el pabellón de la defensa de la patria, es decir de los intereses capitalistas de cada país.

Los obreros más conscientes, orientados por los bolcheviques, no se dejaron engañar por las consignas de “defensa de la patria” con las que se escondía el hecho de que el conflicto tenía origen en las apetencias de los capitalistas y no en la defensa de las poblaciones de los países, desenmascararon esta guerra por su carácter impopular e imperialista; por el contrario, los mencheviques y otras facciones, de acuerdo con las políticas de la II Internacional, no tardaron en respaldarla, con lo que fomentaban que los obreros de cada país derramaran su sangre y la sangre de sus hermanos en defensa de la burguesía.  Así, el régimen zarista con el respaldo de la burguesía y de los mencheviques logró arrastrar a la mayor masa de la población a respaldar la matanza. A los tres meses de los enfrentamientos el régimen apresó a toda la minoría bolchevique de la Duma (Parlamento), la hizo sentenciar y la desterró, acusando al partido de Lenin de alta traición por su llamado a transformar la guerra imperialista en guerra civil contra la monarquía, los terratenientes y los capitalistas, los auténticos enemigos del pueblo ruso.

Pero la bancarrota a la que el zarismo sometía a Rusia se hizo sentir en el ejército,  también campeaban la especulación bursátil, el afán de lucro; generales y potentados amasaban cuantiosas fortunas mediante el acaparamiento y el robo. A las tropas se les mantenía desabastecidas, dificultad que se sintió  con fuerza ya en los primeros meses de 1915. Escaseaban las municiones y los fusiles, la ropa y el calzado, los víveres demoraban bastante en llegar; la penuria del ejército era extrema. Ante estas circunstancias, el zar tuvo que acudir a la burguesía en procura de una mejor organización de la economía de guerra, con lo que los abusos y la corrupción se incrementaron, pues industriales y financistas se embolsillaban la mayor porción de los créditos para material bélico.

El desbarajuste económico iba en aumento, surgió luego la crisis de combustibles lo que impactó el funcionamiento de los ferrocarriles. La guerra afectó de manera significativa a la producción agrícola, ya que alrededor de 15 millones de campesinos estaban en el frente. Todo ello agravado por el alza incesante de los precios y el acaparamiento, pues los que tenían acopios de grano no los vendían. La crisis de víveres trajo severas consecuencias políticas y exaltó los ánimos en las ciudades industriales. La miseria y los sufrimientos de los trabajadores aumentaban día a día.

En mayo y junio de 1915, las tropas rusas tuvieron que abandonar Galitzia, los alemanes avanzaron, pasando a la ofensiva en Polonia y Prusia Oriental. En julio y agosto el ejército ruso perdió a Polonia y una parte de Lituania. Alemania ocupó el resto de Lituania, una parte de Letonia y algunas zonas de Bielorrusia. Las bajas llegaban a 3.500.000 entre muertos, heridos y prisioneros. Las derrotas sufridas y los quebrantos económicos agravaron aún más la crisis política en el país.

Mientras tanto, Vladimir Ilich Lenin trabajaba frenéticamente en las principales tareas del movimiento revolucionario; elaboraba la estrategia y táctica que debía adoptar el Partido bolchevique en ese momento histórico. Escribió El imperialismo fase superior del capitalismo, libro en el que sintetizó los últimos desarrollos del sistema capitalista: el monopolio y el colonialismo, características que habían hecho inevitable la guerra de rapiña que se llevaba a cabo.Planteaba Lenin que las tareas inmediatas del proletariado ruso consistían en derrocar la autocracia, llevar hasta el fin la revolución democrática burguesa y transformarla en revolución socialista.

A mediados de 1915 se dio un periodo de huelgas y manifestaciones obreras, con un carácter más fuerte y más allá de lo gremial, tomando un matiz político. El régimen respondió las más de las veces con la metralla. La labor del Partido bolchevique entre las masas era ardua, clara y valerosa con lo que ganaba  influencia entre los obreros, los soldados, marinos y otros sectores del pueblo.  Los líderes de los partidos burgueses, atemorizados por el avance del movimiento revolucionario, anhelaban limitar el poder del zar para llevar a cabo algunas reformas orientadas a contener la inconformidad y continuar con el régimen vigente.

En el gobierno reinaba el caos. El zar, un ser mediocre y pusilánime, se desentendía de los asuntos claves del imperio. El país estaba indignado por el sometimiento de la zarina y sus allegados a Gregorio Rasputín, personaje con fama de cuatrero, libertino y curandero ignorante.

En 1916, pese a algunas victorias militares del frente ruso, la negligencia y la incapacidad del zar generaron desánimo y se fortalecieron las posiciones antibélicas. Eran muchos los casos de confraternización, estimulados por los bolcheviques, entre soldados de bandos enemigos y se hacía notoria la deserción. Incluso crecía la conciencia de que para evitar la catástrofe que se avecinaba, no había otra solución que acatar la consigna de Lenin de transformar la guerra imperialista en guerra civil.

Al mismo tiempo que el Comité Bolchevique de Petersburgo, en octubre de 1916, organizaba mítines masivos agitando consignas contra la monarquía y la guerra, surgían luchas contra el zarismo en distintas regiones del Asia Central y otras partes del país. Y en diciembre de ese año fue asesinado Rasputín, por miembros de la propia corte zarista.

La revolución de Febrero

Entre los meses de enero y febrero de 1917 tuvieron lugar huelgas obreras, que expresaban el ánimo revolucionario exacerbado por las consignas bolcheviques contra la guerra y contra el zarismo. La fatiga de tres años de confrontación; los reveses del ejército ruso en enero; la gran deserción de soldados ocurrida en 1916; el frío; el hambre y el recuerdo del domingo sangriento de 1905 (en el cual una manifestación ante el Palacio de Invierno fue masacrada), caldearon los ánimos.

Manifestantes en la revolucion febrero 1917

El 18 de febrero se declararon en huelga los obreros de la fábrica Putílov ante el cierre temporal de esta empresa. Esta factoría fundía hierro para hacer vagones de ferrocarril y para construir cañones navales para barcos de guerra. Era la mayor planta industrial y astillera del país. Con la huelga la empresa había sido militarizada y los obreros se unieron a las protestas y contribuyeron en la formación de un comité revolucionario que impulsó la ocupación de  fábricas en Petrogrado.

Fabrica Putilov PetrogradoEl 23 de febrero, en Petrogrado, cerca de 100 mil obreros se fueron a la huelga, fue notorio el papel de las proletarias textileras del Distrito de Vyborg. Ese día se celebraba el día Internacional de la Mujer y las obreras y las amas de casa —muchas de ellas solas, pues sus hombres estaban en la guerra y tenían que estar al frente en sus hogares con sus hijos— se sumaron a la revuelta; las largas colas para conseguir el pan y las olas de mujeres hambrientas por las calles se convirtieron en manifestaciones. La hambruna, la especulación, los altos precios y el racionamiento de pan fueron los detonantes.

El 24 de febrero la fuerza del movimiento revolucionario creció de manera gigantesca pues se sumaron sectores populares de los barrios. Ese día los obreros venciendo la resistencia de los soldados, los cosacos y la policía, irrumpieron en la avenida del Neva. John Reed describió así su valor:

El obrero ruso es revolucionario, pero no es violento ni dogmático ni falto de inteligencia. Se muestra presto al combate de barricadas, pero ha estudiado las reglas, y, caso único entre los obreros del mundo entero, es en la práctica donde las ha aprendido. Está resuelto a llevar hasta el fin la lucha contra su opresor, la clase capitalista. (REED J. , 1919)Manifestación de obreros y soldados frente a la Duma - febrero 1917

EL 25 de Febrero el Comité de Petersburgo del Partido Bolchevique llama: ¡Todos a la lucha! ¡Salgamos a la calle! La policía pierde el dominio de la situación y los soldados y cosacos se muestran a favor de la revolución. La huelga se generaliza, paran los tranvías, cierra el comercio y con las horas crecen las manifestaciones callejeras. Todo Petrogrado se alza. En las huelgas, que toman carácter político, manos callosas empuñan carteles rojos con las consignas ¡”Abajo el zar!”, “¡Abajo la guerra!”, “¡Pan!”.

 

El 26 de Febrero la situación se transforma en insurrección armada y en la tarde son ametrallados numerosos grupos de obreros en la Plaza de Známenskaya y en la avenida del Neva. El zarismo asume esta matanza como victoria, pero en realidad significa la víspera del derrumbe de la Dinastía de los Romanov.

Insurrección y matanza del 25 de febrero

El 27 de Febrero en el barrio de Vyborg, uno de los centros de la insurrección proletaria y bajo la influencia bolchevique, dirigentes de 40 fábricas se dan cita para continuar con la lucha. Los soldados, persuadidos por los obreros, vuelven las bayonetas contra la autocracia; el contingente de la escuela del Regimiento Volynski y otros más se pasan al lado de la revolución. Los obreros y soldados se toman los cuarteles y se apoderan de las armas y encierran o fusilan a los oficiales que los amenazan. Los rebeldes se toman estaciones de correos y ferrocarriles, destruyen las comisarías de policía, detienen a varios guardias municipales; prenden fuego a los edificios del Tribunal Regional.

En estas circunstancias, aunque muchos líderes burgueses y terratenientes guardaban la esperanza de conservar la monarquía, las potencias aliadas promovieron la destitución del zar con el propósito de desorientar la revolución y crear un gobierno burgués que garantice la continuación de la guerra.

En la mañana del 27 de febrero se interrumpió la sesión de la Duma ante la lectura del Decreto del Zar que la disolvía, luego, en reunión privada, estos dirigentes burgueses examinaron las posibilidades de poner fin a la revolución y “restaurar el orden”; pero ante la inminencia de quedar a la zaga con la continuación del movimiento revolucionario, el Comité Provisional anunció en la madrugada del 28 de febrero que tomaba el poder en sus manos.

Estatuas del zar fueron derribadas

En la tarde del 27 de febrero había empezado a actuar el Soviet de Diputados Obreros de Petrogrado, en el cual los mencheviques y los eseristas —conocidos también como socialistas revolucionarios, que tenían importante influencia en el campesinado— eran mayoría y ocuparon la dirección. El menchevique N. Chjeídze fue nombrado presidente del Soviet, y sus ayudantes, el eserista A. Kerenski y el menchevique Skóbelev. Los obreros y soldados insurrectos veían en el Soviet su organismo de poder revolucionario. Por otro lado, el 2 de marzo quedó constituido el Gobierno Provisional, en el que el príncipe G. Lvov ocupó el cargo de Primer Ministro y Alejandro Kerenski, el de Justicia. Los demócratas constitucionalistas, partido de la burguesía, contaban con la mayoría en el gabinete. El 3 de marzo el zar abdicó en favor de su hermano Miguel, quien ese mismo día hizo lo propio. Así se produjo la revolución de febrero que puso el poder del Estado en manos de la burguesía rusa. (GANELIN, 1979).

Pero, al lado del gobierno burgués, se iba erigiendo otro Poder: el Soviet de Diputados Obreros y Soldados que habría de levantarse contra la dictadura capitalista.

Los soviets

Los soviets, que en ruso significa Consejo o Junta, aparecieron por primera vez en 1905 en medio del auge huelguístico revolucionario. Esta experiencia quedó en la memoria de los trabajadores, pues les enseñó la manera de organizarse y constituirse en la fuerza dirigente de la sociedad y de esa manera se convirtió en un precedente en la historia de las luchas de los pueblos. Los soviets de febrero de 1917 se componían de obreros y soldados, cuyo apoyó masivo les otorgaba autoridad, prácticamente gobernaban, pues emitían decretos que eran acatados. Pero la autoridad pública era ejercida por dos cuerpos que oscilaban entre la rivalidad y la cooperación, por eso a ese período se le llamó el del doble poder. En tanto que las potencias extranjeras reconocían, desde luego, únicamente al Gobierno Provisional, en Moscú y otras ciudades, siguiendo el ejemplo de Petrogrado, surgieron nuevos Soviets, lo cual hizo necesaria la convocatoria de la la primera Conferencia de toda Rusia, a finales de marzo de 1917.

Los bolcheviques lanzaron un manifiesto invitando a la clase obrera y a los soldados a constituir un gobierno revolucionario provisional que proclamara la república, adelantara reformas democráticas tales como la jornada de  8 horas, la expropiación de los latifundios y la convocatoria de una asamblea constituyente. El 5 de marzo reaparecio la publicación bolchevique Pravda, que denunciaba al gobierno provisional recién establecido como uno de capitalistas y terratenientes; también propugnaba por convertir la guerra imperialista en guerra civil.

Las Tesis de Abril

El escritor austriaco Stefan Zweig escribe sobre la significación del regreso de Lenin a Rusia en un tren que lo traía desde Zurich:

Millones de aniquiladores proyectiles se dispararon durante la guerra mundial, ideados por ingenieros para que tuvieran el máximo alcance y la máxima potencia. Pero ninguno de ellos tuvo mayor alcance, más decisiva intervención en el destino de la historia, que ese tren que, transportando a los revolucionarios más peligrosos y más resueltos del siglo, corre velozmente ahora desde la frontera suiza a través de toda Alemania, facilitándoles su vuelta a Rusia, a San Petersburgo, donde harán saltar hecho añicos el orden establecido hasta entonces (ZWEIG, 1927)

El 3 de abril de 1917 llegó Lenin a la estación de Finlandia de Petrogrado y fue recibido por miembros del Comité Central. El 4 de abril habló en el palacio Táuride donde estaba el Soviet reunido y participaban bolcheviques y mencheviques; allí leyó sus famosas Tesis de abril acerca de las tareas del proletariado en esa etapa de la revolución. La segunda tesis planteaba:

La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la Revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.

Llegada de Lenin a la Estacion Finlandia, en Petrogrado, en abril 1917

Lenin exigía que se suspendiera todo apoyo al Gobierno Provisional, que se denunciara la falsedad de todas las promesas de dicho gobierno (tesis tercera) y que se explicara a las masas el hecho de que los Soviets eran la única forma posible de gobierno revolucionario (tesis cuarta).

En estas tesis Lenin trazó las tareas del partido bolchevique en lo atinente a las relaciones económicas: en el problema agrario, la confiscación de las tierras de los terratenientes, su nacionalización y entrega a los Soviets locales de diputados braceros y campesinos; la fusión de todos los bancos en en un solo banco nacional, el control de la producción de víveres por parte de los soviets. Aclaraba que no se trataba aún del socialismo, pero sí eran un paso hacia él.

Las tesis terminaban con la propuesta de revisar el programa del partido y de denominarlo comunista en vez de socialdemócrata, finalmente proponía que se se creara una nueva internacional revolucionaria. Ese mismo día el comité de Petrogrado del partido debatió las tesis y las rechazó por trece votos contra dos. (CARR, 1950).

Lenin presenta tesis abril

Diez días más tarde, se llevó a cabo la Conferencia del Partido de toda Rusia, conocida como la Conferencia de Abril, en donde se declaró que la instauración del Gobierno Provisional no había cambiado ni podría cambiar el carácter imperialista de la participación de Rusia en la guerra. En la Conferencia el partido se comprometía a luchar por el paso del poder en todos los países beligerantes a manos del proletariado revolucionario.

También se aprobó una resolución que condenaba al Gobierno Provisional por su abierto apoyo a la contrarrevolución burguesa y latifundista y pedía que se preparara a los proletarios de la ciudad y el campo para que asumieran todo el poder del Estado por medio de los soviets de diputados obreros y soldados: era el paso a la etapa socialista de la revolución. Por ello, la Conferencia de abril, a instancias de Lenin, adoptó la consigna de todo poder a los soviets (IBIDEM).

El 3 de julio se produjo una gran manifestación en respuesta a la orden del Gobierno Provisional de lanzar una ofensiva militar en gran escala en Galitzia; las protestas duraron cuatro días y el régimen burgués entendió que constituían todo un desafío a su política. Lenin había afirmado que en tanto la mayoría de la población creyera en la política pequeñoburguesa de los mencheviques y eseritas era imposible pasar a la acción, puesto que esa política pregonaba que dado el carácter burgués de la revolución había que repaldar la dirección de los capitalistas y ponerse al servicio de su gobierno, sin asustarlos con acciones intrépidas de la clase de los asalariados.

Como respuesta a las manifestaciones, el gobierno arremetió militarmente en Petrogrado; envió a los cosacos a las provincias para mantener el orden; prohibió la publicación de Pravda y ordenó el arresto de los principales dirigentes bolcheviques. Kámenev fue detenido, pero Lenin y Zinóviev lograron ocultarse y huir a Finlandia. De este modo, la burguesía se pasó definitivamente al lado de la contrarrevolución y se dispuso a combatir a quienes luchaban por transformar  la sociedad de acuerdo con los intereses de los obreros y los campesinos. (IBIDEM).

John Reed describe cómo un congreso de delegados de la Flota del Báltico, que se llevó a cabo en Helsingfors, aprobó una resolución que exigía la expulsión inmediata del gobierno del “socialista” Kerenski, aventurero político, que, con sus vergonzosos chantajes en beneficio de la burguesía, desacreditaba y hundía la gran revolución y, con ella, a las masas revolucionarias.Lenin disfrazado 1917

En Galitzia el ejército ruso sufrió otra derrota, que desató una crisis política y obligó a Lvov a dimitir. Kerenski fue designado Primer ministro. Trotski, aliado por mucho tiempo de los mencheviques y enemigo de la tesis de Lenin sobre la importancia estratégica de la alianza de los obreros con los campesinos para el logro de la revolución socialista, se vio forzado a reconocer el papel de los bolcheviques y a solicitar su ingreso a ese partido.

A finales de julio de 1917, se llevó a cabo en Estocolmo el Cuarto Congreso del Partido, que no se había convocado desde el de Londres, en 1907. En Estocolmo Stalin explicó que la consigna de todo el poder para los soviets se había propuesto para el caso de una transición pacífica, pero que, ante la consolidación del Gobierno Provisional y su entrega total a los sectores más reaccionarios, más el apoyo que los mencheviques, que usurpaban la dirección de los soviets, le habían dado a la represión de las marchas y a la persecución de los bolcheviques, se hacía necesario suspender esta consigna. Y como eran evidentes las dificultades para que los obreros  de otros países europeos se levantaran, se hacía necesario que Rusia marcara el camino hacia el socialismo. Se imponía igualmente una labor paciente entre las masas para desenmascarar al oportunismo y allanar el camino a la insurrección.

Los soldados que habían desertado y que eran de origen campesino regresaron a sus aldeas, por lo que la necesidad de tierras se hizo más imperiosa, lo que a su vez impulsó las tomas de fincas; los eseristas, incapaces de hacer algo por el campesinado, se hundían en el descrédito, mientras entre los pobres del campo la simpatía por los bolcheviques iba en aumento, ya que estos se habían puesto al frente de la confiscación de la tierra a los terratenientes y estaban constituyendo soviets de campesinos y jornaleros.

Ante la inconformidad que mostraban los sectores populares por los actos del Gobierno Provisional, los socialistas moderados siempre respondían: esperen que a finales de año se reúne la Asamblea Constituyente que va a definir las cosas de fondo, todo ello para burlar el anhelo de paz, de tierra y de control obrero de la industria.

En los últimos días de agosto, se produjo un intento de golpe militar por parte de Kornílov, General del ejército zarista que estaba en contubernio con la nobleza los cadetes y Kerenski, quien a última hora atemorizado por las consecuencias le quitó el respaldo. La movilización de los obreros y la renuencia de los soldados a seguir las odenes de Kornílov hicieron fracasar sus propósitos criminales. Esto constituyó un nuevo triunfo de los bolchevique quienes conquistaron la mayoría en los Soviets de Petrogrado y Moscú.

Lenin consideró dadas las condiciones para la toma del poder. Sostenía que con los elementos revolucionarios del pueblo era suficiente para llevar tras de sí a las masas, vencer la resistencia del enemigo, derrotarlo, conquistar el poder y sostenerse en él; podían proponer en el acto la paz democrática, entregar en el acto la tierra a los campesinos y restablecer las instituciones y libertades democráticas, aplastadas y destrozadas por Kerenski. De esa manera, los bolcheviques formarían un gobierno que nadie podría derrocar.

Es bueno resaltar que Lenin y los bolcheviques más claros y consecuentes luchaban contra las posturas de los mencheviques que consideraban que Rusia no estaba en condiciones para una revolución socialista, aspiraban más bien a una democracia parlamentaria y realmente colaboraban en el Gobierno Provisional.

Y finalmente, cuando los bolcheviques echaron abajo todo ese hueco edificio de compromisos, mencheviques y socialrevolucionarios se encontraron en la lucha al lado de las clases poseedoras. En todos los países del mundo, sobre poco más o menos, vemos producirse hoy el mismo fenómeno. (REED J. , 1919)

Para comprender las condiciones de vida del pueblo ruso en los meses de septiembre y octubre, acudamos a la genial narrativa de Reed:

Septiembre y octubre son los dos peores meses del año, sobre todo en Petrogrado. Durante sus cortos días bajo un cielo gris y pesado, la lluvia chorreaba interminablemente, empapándolo todo. Había que caminar sobre un lodo espeso, resbaladizo, viscoso con huellas de pesadas botas, peor aún que el que se formaba de ordinario, por el mal estado de los servicios municipales. Del golfo de Finlandia soplaba un viento húmedo y cortante y por las calles rodaban masas de niebla helada. En las casas particulares no había electricidad más que desde las seis a las doce de la noche. La noche duraba desde las tres de la tarde a las diez de la mañana. Los robos y asaltos se multiplicaban. Los hombres armados de fusiles hacían guardia, por turno, en las casas, durante la noche. Los víveres escasean, la ración diaria de pan desciende, una semana entera sin pan y sin azúcar, así se desarrollaba la vida bajo el Gobierno Provisional, y la gran Rusia, daba a luz con dolor un mundo nuevo. (IBIDEM).

En septiembre Lenin manifestó que las condiciones estaban maduras para que los bolcheviques tomaran el poder por medio de las armas. A mediados de septiembre Trotski fue elegido presidente del Soviet de Petrogrado, mientras que Lenin advirtió que muchas de sus propuestas no estaban siendo acatadas, por lo que renunció a ser miembro del Comité Central y se dispuso a adelantar jornadas de agitación en las organizaciones de base del partido: “porque estoy profundamente convencido de que si ‘esperamos’ al Congreso de los Soviets y dejamos ahora pasar el momento, hundiremos la revolución”. (LENIN, OBRAS ESCOGIDAS TOMO VII, 1973)

El 9 de octubre llegó disfrazado a Petrogrado y se presentó en una reunión del Comité Central. Por diez votos a favor (Lenin, Trotski, Stalin, Sverdlov, Uritski, Dzerzhinski, Kolontai, Bubnov, Sokólnikov, Lomov), el Comité decidió preparar la insurrección armada y designar un buró político para llevarla a cabo; seis días después el Soviet creó un Comité Militar Revolucionario, del que se nombró presidente a Trotski, quien a la  vez presidía el Soviet.

El 11 de octubre Kámenev y Zinoviev, divulgaron las decisiones secretas del Comité Central a través de la prensa y enviaron una carta a las principales organizaciones bolcheviques protestando contra la decisión en favor de la insurrección armada. La propuesta de Zinoviev consistía en esperar a la reunión del Segundo Congreso de Soviets de toda Rusia, convocado para el 25 de octubre. Kámenev renunció al cargo en el comité central. Lenin calificó a Kámenev y Zinoviev de esquiroles y criminales y solicitó su expulsión del partido.

El Comité Central decidió asestar el golpe antes de que el Segundo Congreso de los Soviets de toda Rusia se reuniera en la tarde del 25 de octubre. Se designaron miembros del Comité Central, adscritos al Comité Militar Revolucionario, para que cubrieran puntos estratégicos: comunicaciones postales, telegráficas y ferroviarias; y se ordenó vigilar al Gobierno Provisional. Además, se designaron personas a cargo del abastecimiento de víveres.

 

El 24 de octubre el Gobierno Provisional intentó conjurar la insurrección enviando patrullas de cadetes a que ocuparan puntos importantes de la ciudad, pretendió clausurar periódicos, ordenó detener a los bolcheviques, desconectar los teléfonos del Soviet de Petrogrado y levantar puentes con el objeto de aislar del centro a las barriadas.

Hombres y mujeres participan en las jornadas de Octubre de 1917

Entrada la noche del 24 de octubre, Lenin llega de forma clandestina al Palacio del Smolny, en el que funcionaba el cuartel general bolchevique, y dirige la insurrección. En la madrugada del 25 de octubre un destacamento de marinos, guardias rojos y soldados se apodera de los Correos Centrales; en la misma madrugada, soldados y marineros ocupan la estación del Báltico. El crucero Aurora echa anclas junto al puente de Nicolás con lo que marca el punto de partida del histórico octubre. En la mañana del 25 de octubre un disparo de su cañón de popa señala el inicio del asalto al Palacio de Invierno, sede del Gobierno Provisional.

Toma del Palacio de Invierno, octubre 1917

Al mismo tiempo todas las fuerzas bolcheviques entran en acción. Ocupan los puntos clave de la ciudad. Los miembros del Gobierno Provisional son apresados o huyen. Lenin anuncia en las primeras horas de la tarde, en una reunión del Soviet de Petrogrado, el triunfo  de la “revolución obrera y campesina”. Horas después el Congreso de Soviets de toda Rusia proclama el paso de todo el poder, a lo ancho y largo de Rusia, a los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos. (CARR, LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE 1917-1923, 1950).

Bolcheviques atacan edificio de Petrogrado en octubre 1917

Guardia Roja de Moscú

El bolchevismo pasa de inmediato a cumplir los compromisos que había hecho con el pueblo: propone una paz justa y democrática, sin anexiones ni indemnizaciones a todos los países beligerantes y llama a los obreros del mundo, especialmente de las naciones beligerantes, a luchar por poner fin a la guerra. Abole la propiedad de los terratenientes sin compensación, respetando solo aquella de los campesinos y cosacos. Decreta que las tierras son propiedad de la nación y se entregarán en usufructo a quienes quieran trabajarlas. Disuelve el Gobierno Provisional y proclama la constitución del gobierno obrero y campesino. Finalmente, establece el control obrero sobre la producción. Los delegados campesinos al Soviet reaccionaron con frenético entusiasmo y los obreros anunciaban con alegría a todos sus camaradas el triunfo de la revolución. No obstante, los bolcheviques advertían que los días venideros serían supremamente duros y que la clase obrera había de acopiar firmeza y tenacidad para quebrar la resistencia de los explotadores rusos y extranjeros y para que los Soviets coronaran con el éxito las hazañas propuestas.

En este 2017, cuántos quisiéramos estar presentes en San Petersburgo, la histórica Petrogrado (Leningrado), visitar el Palacio del Smolny, el de Invierno, recorrer los puentes sobre el Neva y la Avenida Nevsky, el museo del Acorazado Aurora y rendir un respetuoso y sentido homenaje a Lenin, a los Bolcheviques, a los Soviets, que protagonizaron una revolución que debemos seguir estudiando para que sirva de guía e inspiración a nuestro pueblo, que algún día ha de levantarse contra la opresión del capitalismo y el imperialismo y deshacerse de los oportunistas que lo venden y engañan.

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