Antonio Machado

Existe en Antonio Machado el paisaje interior en el cual la evocación poética se vuelve la única posibilidad de hacer la vida aceptable. En la evocación poética nada recuerda el ascetismo, la inmaterialidad o el deber. Antonio Machado conoció los horrores de la existencia y experimentó la angustia de la soledad, y quizá por eso necesitó de la evocación deslumbrante que le mitigara el dolor de la existencia y que le dulcificara el horror de la vida y de ahí sacó aliento y fuerza para vivir.

Por eso cuando se mira hacia la intimidad del poeta, el paisaje aparece ocre, canela, pardo y gris, azafranado y polvoriento, donde a veces ni siquiera un cactus quiebra la desolación. Sin embargo, de esa sequedad nace el manantial de lo poético. Por eso, llama la atención como cuando se lee su poesía quizá la impresión primera que da es de armonía, sin embargo, cuando se busca un más allá en sus versos se encuentran las roquedas: arenales y tristezas, piel y pena, congoja y luna. La evocación poética de Machado encierra la desolación:

                                                                    Buena es el agua y la sed

                                                                            Buena es la sombra y el sol

                                                                                                              La miel de flor de romero

                                                                                 La miel del huerto sin flor.

Solo la flor es diminuta, además el romero es amargo y el
huerto sin flor no da miel…Sin embargo, en medio de la
desolación para poder vivir se ve impulsado por la catarsis
interior, por la purificación si se quiere, por
una alegría interior profunda en la contemplación
de las imágenes dulces de los sueños,

quizá para hacer posible esa imagen que le dé
aliento a la vida cotidiana que pierde toda su
fuerza en la prosa de las horas y los días. Sin
embargo, hay una fuerza altiva, un poder de
transformación del dolor en transfiguración:

Anoche cuando dormía
Soñé: bendita ilusión
Que una colmena tenía
Dentro de mi corazón
Y las doradas abejas
Iban fabricando en el
Con las amarguras viejas
Blanca cera y dulce miel.

Ante el dolor el hombre puede refugiarse en el mas allá, soñar un mundo distinto ante la miseria del valle de lágrimas. El estoico se refugia en el mundo interior, allí busca el lugar el campo para la autonomía. El escéptico es destruido por la pena y entonces llega a la desilusión total, tanto de él como de su mundo, para cuajarla en vanidad de vanidades todo es vanidad. Antonio Machado no llega a esas posiciones. No inventa los dioses del Olimpo, ni tampoco el Dios cristiano, escarnecido y lágrimas, carnero y culpa, muerte y cielo. Tampoco se refugia en esa filosofía popular para la cual todo es oropel. Antonio Machado encuentra en el amor, en la vocación del amor ausente, la fuerza necesaria para poder vivir:

En la desesperanza y en la melancolía
De tu recuerdo, Soria mi corazón se abreva.
En la evocación poética de la amada Antonio Machado
descansa y en la evocación moral. El sueño poético le
permite una brecha por donde no puede penetrar el tiempo.
Cada día el recuerdo, convertido en evocación, le da
un estado de maravillosa emoción, en el que el entendimiento
carece de conceptos y el lenguaje se hace poesía:

¡Álamos de amor que ayer tuvisteis
De ruiseñores vuestras ramas llenas;
Álamos que seréis mañana liras
Del viento perfumado en primavera;
Álamos de las márgenes del Duero,
Conmigo vais, mi corazón os lleva!

Antonio Machado nace en Sevilla el 26 de julio de 1875. Azorín, muerto a la edad de 93 años, en 1967, habría de dar el nombre de generación del 98 a todos aquellos escritores que fueron contemporáneos con el final de los tiempos de las colonias españolas de ultramar, y que no encontraron la verdad de aquella dolorida y triste España. Antonio Machado es uno de ellos, quien escribe sobre los recuerdos: Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla Y un huerto claro donde madura el limonero Mi juventud, veinte años en tierras de Castilla Mi historia, algunas cosas que recordar no quiero. Antonio Machado se remite al recuerdo. Como artista logra un sentimiento en la naturaleza, mira las cosas, las conmueve, las canta. Antonio Machado es poeta porque sabe interpretar la emoción del paisaje: se repliega en interiores. Sin embargo, este replegarse en el mundo dela interioridad, no significa en ningún momento que no tenga una posición política. A su vez la posición política brota de la intimidad, esta unida con ella:

Hay en mis versos gotas de sangre jacobina
   Pero mi verso brota del manantial sereno;
                    Y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina
                Soy, en el buen sentido de la palabra bueno.

machado
El poeta de España

Viaja de Madrid a Soria, de Soria a Madrid, Madrid a los
Baeza, de Baeza a Madrid, Madrid a Segovia, de Segovia
a Madrid, unas cuantas idas a París, en un tren despacioso
caballo percherón, rondando los rieles, con vagones
de primera, de segunda y de tercera clase, arrastrados
                          por una locomotora negra, salpicada de brasas de carbón,
                  respirando vapor y devorada por el tiempo:

Yo, para el viaje
-Siempre sobre madera
De mi vagón de tercera
Voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
Acostumbro a dormir yo
Y de día, por mirar los arbolitos.

                                                                Yo nunca duermo en el tren,

                  Y sin embargo, voy bien.

               ¡Este placer de alejarse!
                  Londres, París, Ponferrada
                       Tan lindos… para marcharse.
El tren camina y camina 

Y la maquina resuelta

Y tose con tos ferina
¡Vamos como una centella!

1907. En Soria, este profesor de francés, conoce a Leonor Cuevas, de quien se enamora y lleva al altar. Antonio Machado es feliz… pero la felicidad dura poco, como en los cuentos de hadas. Ella muere en 1911. El mundo íntimo, el mundo de la belleza y el amor se desploma. El mundo del sufrimiento emerge. El paisaje poblado de amor y de ternura se va desolando, queda desierto, despojado de recuerdo, sin aliento y sin vida:

La plaza tiene una torre,
la torre tiene un balcón,
el balcón tiene una dama,
la dama tiene una flor.
Ha pasado un caballero.

-¡Quién sabe por qué pasó!-
Y se ha llevado la plaza
con su torre y su balcón
con su balcón y su dama
su dama y su blanca flor.

Ante la soledad interior y vital el estremecimiento. Ante el monologo terrible de la muerte, ante la ausencia se puede buscar la eternidad, se puede llegar a lanzarse ante los ojos de lo infinito. Antonio Machado, sin embargo, se rebela. Si es Dios quien le ha arrancado el amor no viene la resignación, el espíritu acongojado ante los designios de la eternidad. No llega Antonio Machado a la conciencia desgraciada que busca consolación en el mundo del más allá. Lo inmutable no es la salida, no se busca la consolación en los brazos de la eternidad: Señor, ya que me arrancaste lo que más quería Oye. Otra vez, dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad, se hizo contra la mía:

Señor, ya estamos solos mi corazón y el mía.
Hay en la poesía de Machado muchas vetas que no es
posible explorar en este pequeño trabajo. El llama la atención,
dentro de la multitud de temas que brotan del manantial
sereno de su pluma, la imagen de la frívola España:

La España de charanga y pandereta,
Cerrado y sacristía
Devota de Francueslo y de María
Ha de tener su mármol y su día
Su infalible mañana y su poeta…

Y dentro se de esa espada frívola esos personajes representan de tahúres y logreros, de calaveras y rezanderos, quizá los últimos vestigios de una aristocracia de barbas apostólicas, amante de las sedas y los oros de la sangre de los toros, del humo de los altares y de la manzanilla:

Al fin una pulmonía
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por el ¡din dan!
Dicen que tuvo serrallo
 que era diestro

  En manejar el caballo

 un maestro

en refrescar manzanilla.

Cuando mermó su riqueza,

era su monomanía

pensar en que pensar debía

en asentar la cabeza.

Y aséntola

de una manera española

que fue casarse con una

doncella de gran fortuna.

Repintar sus blasones,

hablar de las tradiciones

de su casa

a escándalos y amoríos

poner tasa

sordina a sus desvaríos.

Gran pagano,

se hizo hermano

de una santa cofradía,

el jueves santo salía

llevando un cirio en la mano.

Antonio Machado contrapone a la España frívola esa otra espada, que logra encamar poéticamente en Castilla, de colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas, esa otra espada, que logra encarnar poéticamente en Castilla, de colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas, esa Castilla melancólica, esa España decrepita, la cual sus gentes huyen como los ríos, hacia la mar. Castilla imagen de España, parece desierta y muerta. El paisaje es la sequedad, tanto a nivel de la naturaleza, como en la vida de los hombres. Machado muestra  la situación del hombre español a principios del siglo. Castílla -trajinantes y arrieros, de ojos inquietos, de mirar astuto-mendigos rezadores y frailes pordioseros, botoneros, tejedores, arcadores, perailes, chicarreros, lechuzos y rufianes, caciques y tahures y logreros…La situación que se genera y que se hace evidente luego de la pérdida de las últimas colonias.

En 1898, no es solo un hecho a nivel del mapa, donde los cambios políticos hacer aparecer nuevos colores y donde la Cuba para a otro amo, sino que España se estremece y pone en duda su identidad, el glorioso pasado desmoronado poco a poco:

El Duero, cruza el corazón del roble

de Iberia y de Castillla.

oh triste y noble

la de los altos llanos, yermos y roquedas

de campos sin arados, regatos ni arboledas

decrépitas ciudades, caminos sin mensones

y atónitos palurdos, sin danzas ni canción 

que aun van abandonando el mortecino hogar

como tus ríos, Castilla, hacia el mar.

* Silvio E. Avendaño C., profesor de Filosofía y Letras de la Universidad del Cauca

 

 

 

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