Joan Manuel Serrat cumple otros 20 años

Tomado: DW

Amigo de soñar y de ver las cosas como son, Serrat celebra 80 años de una vida generosa en canciones. Su fiesta es para todos los que quieran cantar con él.

Joan Manuel Serrat se ha pasado la vida cantando, soñando con lucidez, dispuesto a mirar la vida sin tapujos, queriendo saborearla. En su juventud, se convirtió pronto en ídolo pop, pero no en uno más de la farándula. Tampoco asumió el tono de la clásica canción de protesta. El suyo es un sello particular, que conserva. Al cumplir 40 años, rebautizó una de las canciones de su primera etapa, y la llamó “Hace 20 años que tengo 20 años”. A los 60, volvió a ajustar sólo el título, agregándole otros 20. Ahora que suma 80, bien podría repetir la operación.

El tiempo no lo cambia ni lo borra todo. Hoy es tan cierto como antes que “se hace camino al andar”. O que son tres las heridas fundamentales: “la de la vida, la de la muerte, la del amor”. Serrat dice que musicalizó poemas de Antonio Machado, Miguel Hernández y otros autores, porque le habría gustado poder escribir lo que escribieron ellos, de la forma en que lo hicieron. Pero escribir como escribe Serrat tampoco es poca cosa. Sus propios versos, de rigurosa sencillez, anidaron en generaciones que aún los llevan puestos, como las gafas que ayudan a ver más claro, o esos zapatos que, por arte de magia y cariño, resisten el desgaste y permiten caminar mejor. Las “pequeñas cosas” que acechan detrás de la puerta siguen haciéndonos llorar cuando nadie nos ve, igual que siempre. Entre ellas podría ocultarse una que otra canción de Serrat.

Con o sin escenario

Poemas, cuentos que pueden transformar al príncipe en rana, listas de reclamos, pliegos de peticiones, declaraciones de principios, sueños, crónicas, retratos, cartas de amor… Todo lo que ha escrito es, a su modo, un canto de amor a la vida, que ha dado vuelo al arte de la canción de autor.

Serrat cumple 80 años (uno retirado de los escenarios) y sigue muy presente. Ahora se lo ve con frecuencia en calidad de homenajeado de diversas instituciones, que lo honran por su aporte a la música popular, a la poesía, a la cultura; por defender la democracia y los derechos humanos, por alentar el entendimiento y traspasar fronteras. Serrat es capaz de ser tan catalán como español, e incluso latinoamericano, porque no es ajeno a la gente con la que ha compartido su andar.

El personaje y la persona no se disocian. Dentro y fuera de los escenarios, ha tomado partido por lo que cree. Para él, según ha contado, defender la libertad es actuar “en defensa propia”. No se trata de luchar por causas perdidas, sino de no dar por perdidas las causas imprescindibles. El corazón y la razón, en su caso, también van de la mano, con toda naturalidad.

Serrat en catalán

Serrat no se entiende sin su historia y la de su familia. Y tampoco se entiende del todo sin la vertiente catalana de su obra. En catalán entona, por ejemplo, su propia canción de cuna, en la que duele el recuerdo del “abuelo que duerme en el fondo de un barranco”, asesinado en la guerra civil española. O festeja ese “amor petit”, “ni ciego ni eterno”, que mata, pero de gusto, desdeñando el melodrama.

Son canciones que hoy resulta más fácil encontrar, escuchar y entender. Para eso están YouTube y los traductores en línea. Revelan algo más de esa mirada especial de Serrat, que conjuga la fina sensibilidad con un notable realismo y un guiño socarrón que ahuyenta la gravedad. “Sería fantástico que anduviera equivocado y que el water no estuviera ocupado”, canta, para explayarse luego en su lista de deseos, entre los que incluye: “no pasar nunca de largo, y servir para algo”; “que no perdieran siempre los mismos”; ”que la fuerza no fuera la razón”; “que todos fuéramos hijos de Dios”, “que fueras tal como te imaginé”. Un retrato de cuerpo entero, que no se desdibuja con los años.

Si rondara por aquí el genio de la botella, le pondría esa canción y le pediría que cumpliera los deseos de Serrat. Nos haría bien a todos. Porque sus canciones hablan de cosas que nos atañen a todos. Y ahí están. Dicen lo que tienen que decir, de la forma en que él lo dice, con su música.

Un cumpleaños es una fiesta; se celebra para agradecer por una vida. Y siempre es buena ocasión para ponerse a cantar. Sobre todo, éste de Serrat. Sigue en pie la invitación de este hombre que reclama utopías, pero “no suele llamarse a engaño, a quien Dios guarde muchos años, amén”.

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