Julio Garavito Armero: precursor del desarrollo científico del país

Por: Marcelo Riveros Rojas – profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)

La Universidad Nacional de Colombia (UNAL) se prepara para conmemorar los 100 años de la muerte del matemático, ingeniero y astrónomo Julio Garavito Armero, considerado, junto con Francisco José de Caldas, como uno de los más renombrados científicos colombianos.

Esta es la estampilla que rendirá tributo a Julio Garavito.

Como astrónomo, Julio Garavito Armero precisó la latitud de Bogotá e hizo observaciones del paso de cometas entre 1901 y 1910, este último año del Halley, además del eclipse solar de febrero de 1916.

Aplicando los principios de la mecánica celeste, el científico hizo cálculos tanto sobre las fluctuaciones lunares y su influencia sobre el clima, como sobre las corrientes hídricas y los hielos polares y la aceleración orbital terrestre.

Buena parte de sus estudios sobre la Luna están incluidos en el trabajo Fórmulas definitivas para el cálculo del movimiento de la Luna, cuyos aportes tuvieron tal relevancia, que en 1970 –por propuesta del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) – la Unión Astronómica Internacional decidió asignarle el nombre de Garavito a un cráter de la Luna ubicado en su lado oculto.

En 1902, al finalizar la Guerra de los Mil Días, y por medio del Decreto 930 del 11 de junio, el Gobierno institucionalizó la Oficina de Longitudes, cuyo propósito sería suplir las necesidades del país en cartografía y delimitación de fronteras. Con la Resolución 118 de la misma fecha, dictó que el OAN –de donde se transmitirían señales horarias por vía telegráfica– se tomaría como origen de las longitudes y que la latitud se mediría mediante el método de Talcott con las modificaciones hechas por Garavito. Durante cerca de treinta años, dicha entidad tuvo a su cargo delimitar las fronteras con Panamá, Brasil y Perú.

Los anteriores son algunas de los aportes por los cuales Julio Garavito Armero, es considerado como uno de los más importantes científicos, astrónomos e ingenieros colombianos. A cien años de su muerte, el 11 de marzo de 1920, el país, y la Universidad Nacional de Colombia, se preparan para conmemorar sus valiosos aportes al desarrollo científico del país.

Julio Garavito Armero lo llevan colegios, universidades, edificios, becas, estampillas, una orden al mérito, un billete y hasta un cráter de la Luna.

Estudiante destacado

Julio Garavito nació en Bogotá en el seno de una familia de clase media, pero de escasos recursos, por lo cual desde muy joven tuvo que trabajar para colaborar con los gastos familiares. A los diez años ingresó al Colegio Mayor de San Bartolomé, institución que le permitió revelar sus claras inclinaciones hacia las ciencias matemáticas y astronómicas. Allí se graduó como bachiller en Filosofía y Letras, en 1884.

Para entrar a la Escuela de Ingeniería de la UNAL tuvo que esperar hasta 1887 cuando reabriera después de permanecer clausurada por las guerras civiles que habían azotado al país. Una vez inscrito en el programa de Ingeniería Civil y Matemáticas, hizo gala de sus indiscutibles dotes para las matemáticas y de su dedicación como estudiante, cualidades que beneficiaban a sus condiscípulos, gracias a sus explicaciones adicionales y aclaratorias.

En aquellos tiempos, el estudiante podría lograr escalonadamente los títulos de agrimensor –después de cursar los dos primeros años–, de profesor de matemáticas –tras aprobar los cursos del tercer año–, de arquitecto –al cumplir los requisitos del cuarto año– y de ingeniero civil, al finalizar el quinto año y haber presentado una tesis.

Así, Garavito optó inicialmente por el título de profesor de matemáticas, para lo cual presentó el 4 de junio de 1891 el trabajo titulado “Forma de la sección meridiana de un manómetro de aire comprimido para que la graduación sea uniforme”, publicado en 1892 en Anales de Ingeniería, órgano de difusión de la Sociedad Colombiana de Ingenieros. Fue el primero en graduarse como profesor de matemáticas.

A finales de octubre de 1891, y para obtener el título de ingeniero civil, presentó el trabajo “Método general para el estudio de las armaduras triangulares, aplicado al estudio de la Armadura Warren”, especial para puentes, publicado en la misma revista.

Según la profesora Clara Elena Sánchez, matemática, doctora en Epistemología de la Ciencia y conocedora del legado de Garavito, el científico formó parte de una época en la que las matemáticas eran muy importantes para la formación de los ingenieros. En el siglo XIX la gente hablaba de “ciencias matemáticas”, que incluían física, astronomía y topografía, diferente a la actualidad, pues cada una de esas áreas es una disciplina.

Ya acreditado con su título de ingeniero, es nombrado catedrático, gracias a sus inmensas capacidades. Pasó de inmediato de estudiante aventajado a docente. Impartió las cátedras de cálculo infinitesimal, mecánica racional y astronomía, y en 1896 ejerció como Rector interino de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería.

El impacto de su obra

En 1893, a sus 27 años, Garavito fue nombrado como director del OAN, un año después de haberse graduado en Matemáticas e Ingeniería en la Escuela de Ingenieros. Allí reposan sus manuscritos sobre álgebra, geometría, trigonometría esférica, análisis matemático, mecánica analítica, astronomía, meteorología, probabilidad, actuaria, economía política, psicología y filosofía.

Como muestra de sus aficiones literarias, publicó en 1918 en la revista Cultura un apólogo llamado “¿Sueño de opio o hechicería?” y, a partir de 1909, inició la divulgación de estudios de índole económica en la revista Nueva y emprendió una campaña para hacer triunfar sus ideas en este campo.

Para el físico colombiano Regino Martínez-Chavanz, investigador de la Universidad de París, Julio Garavito fue el primer matemático formado y graduado en Colombia, y el primer físico y astrónomo digno de ese nombre en el país, además de un pensador prolífico. Por eso es reconocido dentro de los colombianos como uno de los pensadores y científicos más ilustres del siglo pasado, al lado de Francisco José de Caldas.

Y agrega que como profesor fue un gran pedagogo por sus recursos comunicativos y lingüísticos; maestro muy apreciado por su claridad y rigor; y un didáctico por sus métodos y la amplitud de sus conocimientos. En la investigación fue un incansable cuestionador, un inquisidor multifacético y un activo pensador, cuyas reflexiones y resultados redactaba fácilmente.

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