Sin “oxígeno” proyectos científicos en Colombia

Tomado: Periódico UNAL

En Colombia 19.761 investigadores no tendrían financiación para sus proyectos en 2024. Este es uno de los impactos del Presupuesto General de la Nación (PGN) aprobado con un 25 % menos para este rubro que el asignado en 2023, el más bajo en los últimos 25 años. Varias hipótesis buscan explicar este sino trágico de la ciencia en Colombia.

En el Informe Mundial de la Unesco1 de 2005 se plantea la pregunta: “¿es posible imaginar sociedades del conocimiento en las que no se conceda toda la prioridad necesaria a la ciencia y la tecnología?”.

Como clara respuesta se señala que: “no cabe duda de que el ámbito de la ciencia está llamado a ser uno de los principales laboratorios en los que se edifiquen las sociedades del conocimiento, habida cuenta de la estrecha relación entre la evolución de las tecnologías digitales y el progreso de los descubrimientos científicos”, entre otros.

Transformar a Colombia en una sociedad de conocimiento implica que todas las condiciones (no varias, no algunas, sino todas) confluyan en un mismo momento, y que por fin avancemos con pasos ciertos hacia los cambios anhelados. Paradójicamente, las políticas y los objetivos en los cuales se valora la ciencia desde la teoría no han cambiado sustancialmente desde hace más de dos décadas.

Se afirma que los planteamientos de la primera Misión de Sabios siguen más que vigentes. Los instrumentos de la política y los responsables temporales de esta cambian con excesiva frecuencia, afectando –con mayores o menores riesgos– la estabilidad de los desarrollos científicos, y por ende la transferencia de esos resultados en productos, bienes o servicios.

Existen al menos tres factores responsables de la crisis del sector que permanecen constantes en cada gobierno: (i) el adanismo de cada gestor y la autoimposición de entregar resultados “tangibles”, (ii) el genuino desconocimiento de los gestores momentáneos acerca del sector, sus actores y su relacionamiento, y (iii) la falta de un presupuesto estable e incremental para financiar proyectos de ciencia, tecnología e innovación.

Sobre el primer factor se reitera que los resultados de la ciencia son a largo plazo, por lo que los proyectos de hace dos décadas, si se hubieran financiado permanentemente, hasta ahora podrían estar entregando esos productos tangibles. La grandeza de los gobernantes está en sembrar (financiar) hoy, aunque sean otros gobiernos los que corten la cinta.

La falta de visión es evidente, porque, al fin y al cabo, todo el país se beneficiaría con los resultados de la ciencia ya que si bien no toda investigación termina en un producto vendible, cuando sí se logra, el impacto compensa los naturales resultados fallidos.

El segundo y el tercer factor implican compromisos, y algo de humildad, para reconocer que se requiere del esfuerzo articulado de todos los integrantes del sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI), y que en el mundo hay un grupo de personas formadas en ciencia, capaces de desarrollar proyectos que generen los resultados que algún día se transferirían.

El factor humano es en donde vale la pena detenerse

Aunque los resultados de la ciencia y su apropiación social deben estar a disposición de cada ser humano, propendiendo por mejores condiciones de vida y bienestar, la ciencia debe estar a cargo de quienes se han formado para ello. Ser científico no es un “privilegio de unas élites”; basta analizar cuántos investigadores hallaron en su vocación científica el motor para la movilidad social, de su familia y de su entorno, buscando resolver preguntas y problemas pertinentes en distintas áreas del saber y en todos los sectores.

Según la última categorización de Minciencias, en Colombia hay 21.094 investigadores reconocidos, quienes deberían estar a cargo de ejecutar un proyecto que aporte resultados a los problemas y preguntas de interés.

Pero si las convocatorias para acceder a recursos ofrecen 300 millones de pesos en promedio por proyecto, y si se asume que los 400.000 millones del PGN irían para financiar estos proyectos (que no es así), solo 1.333 investigadores tendrían recursos para sus trabajos; en otras palabras, 19.761 (~ 93 %) investigadores reconocidos no tendrían financiación para sus proyectos en 2024.

Como se ha explicado con suficiencia, ni los recursos del 10 % destinados para el sector desde el Sistema General de Regalías, ni los derivados de las exenciones tributarias, se pueden considerar como un presupuesto fundamental que logre reemplazar los dineros de una fuente cierta y constante, que, para nuestro país, lo representa el PGN.

Los planteamientos expuestos por casi todos los integrantes del Sistema de CTeI indican con suficientes argumentos las razones por las cuales se requiere del decidido apoyo presupuestal desde una fuente estable e incremental (que para el caso de Colombia es el PGN). Pero, es evidente que el proceso de transmisión del mensaje de la importancia de la ciencia y del quehacer de los investigadores no ha sido lo suficientemente exitoso, y que en consecuencia no se compadecen con las decisiones presupuestales esperadas.

Sorprende, eso sí, que una parte del legislativo que hace no más de 5 años respaldaba decididamente las negociaciones que llevaron a un aumento del presupuesto para educación superior pública e investigación, que con argumentos propios exponía con claridad los alcances y limitaciones de las fuentes de financiación, se haya negado con su voto a apoyar la adición presupuestal de 150.000 millones de pesos para 2024.

Que, siendo recurso público sagrado, no dejaba de equivaler a las “boronas” del PGN más alto de la historia de Colombia, en el cual todos los sectores, salvo tres (que incluyen ciencia y tecnología), se sostuvieron e incrementaron respecto a lo asignado en 2023. Que la baja ejecución en 2023, o que Minciencias sea noticia mediática –no necesariamente por aspectos positivos– son factores que no se deben reflejar en un castigo presupuestal que deja sin oxígeno a miles de proyectos y que impulsa la salida al exterior de una masa crítica que se formó con maestrías y doctorados para servirle a su país.

La idea es que la diáspora retorne y se integre a un sistema que funcione; estas decisiones de facto envían una señal errónea que promueve la migración de nuestro talento humano a naciones donde sí se valora el quehacer científico y el conocimiento. Pésimo negocio el que hace Colombia, pues con millones de millones de pesos destinados por años a becas, se forman jóvenes investigadores, quienes, con decisiones como la reducción del presupuesto para la ciencia, están siendo condenados a un exilio académico-científico, pues no se les está garantizando lo mínimo, que es financiación para sus proyectos.

Transformar a Colombia en una sociedad del conocimiento es, sin duda, el objetivo más coherente con la claridad política derivada de los planteamientos teóricos hacia la seguridad tanto energética como alimentaria y sanitaria, las cuales se alcanzarían en el mediano y largo plazo, en caso de que se logre la debida sincronía presupuestal, que no llegó para 2024. Ojalá en lo que resta del actual gobierno se conjugue el discurso con el presupuesto y se proyecte en la historia como el que sembró la verdadera semilla para hacer del conocimiento y de sus hacedores el eje del cambio económico y social en la Colombia de la reconciliación y de la paz.

 

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