La lectura crítica es una habilidad muy necesaria en esta época de noticias falsas y posverdad.

Simón Granja.
EL TIEMPO

¿En qué piensa cuando lee la palabra ‘vaca’?

Las pruebas Pisa muestran que la comprensión lectora de los estudiantes colombianos es baja. Y eso repercute en la vida laboral.

Esta es la forma como Luis Ernesto Ramírez, fundador de la academia Lees, explica cómo las imágenes que el cerebro crea dependen del contexto de cada persona.

 El experto, que desde hace años utiliza diversas técnicas para enseñar a leer y escribir correctamente, subraya que la comprensión lectora y la lectura crítica están relacionadas con ser conscientes del proceso mental que ocurre cuando leemos. 

Si usted tiene consciencia de que interpreta los textos según su propia forma de ver la realidad, empezará a leer de una manera más profunda. ¿Y para qué sirve esto? Para muchas cosas. En primer lugar, diversas investigaciones aseguran que leer a consciencia es una manera de expandir el horizonte de vivencias y, por lo tanto, ayuda a que las personas sean más tolerantes. En otras palabras, leer mejora la capacidad de entender a otras personas.

Un ejemplo: puede que usted nunca haya vivido con una persona invidente. Sin embargo, si lee una historia bien escrita, que logre ponerlo en el lugar de alguien que vive esa situación es probable que empiece a ser más empático con las personas que enfrentan esta discapacidad.

Pero esa no es la única ventaja de leer de manera crítica. Otra es que los países ya no miden tanto su grado de desarrollo por el tamaño de sus ejércitos o el ingreso ‘per capita’, sino mediante índices de avance social. Y entre estos está la lectura, que ocupa un lugar primordial en el grado de educación de una sociedad, como recoge el documento ‘El libro y la lectura en Colombia’, publicado por la Cámara Colombiana del Libro.

Pero hay un problema: los colombianos leemos poco. No faltará quien diga que la Encuesta Nacional de Lectura 2017, la primera que hace el Dane y cuyos resultados fueron divulgados hace unos días, contradice esta premisa con su prometedor promedio de 5,1 libros leídos por persona.

El ‘quid’ del asunto es que el estudio estatal se refiere a las personas “que leyeron libros”, lo cual descarta a los que no leyeron. Para Julián de Zubiría, rector del Colegio Merani, no es lógico sacar estadísticas sobre cuántos libros leyeron los colombianos quitando a los que no leyeron ni un solo libro (esa cifra, la de cuántos no leen absolutamente nada, es igual o más importante).

Pero más allá de esa aclaración, en la encuesta del Dane hay datos muy importantes. Ante la pregunta ¿usted consulta las cifras o recomendaciones del texto?, 7.765 de los 42.346 entrevistados dijeron que sí, mientras que 34.561 respondieron que no. ¿Participa en foros o clubes de lectura? Sí: 1.557; No: 40.769. ¿Consulta diccionarios? Sí: 12.277; No, 30.049.

Y hay otro resultado igualmente interesante. ¿Realiza alguna actividad adicional al mismo tiempo que lee? 6.757 dijeron que sí: 1.512 ven televisión, 3.111 escuchan música, 550 comen…

Sí, según los datos del Dane, ahora los colombianos leen 5,1 libros al año. Pero, ¿qué tan bien lo están haciendo? ¿Lo hacen de una forma crítica? Si nos remontamos a los resultados de las pruebas educativas Pisa, es evidente que no. Por ejemplo, el porcentaje de los estudiantes que comprenden bien un simple párrafo es mínimo. O sea que –aunque ha mejorado en los últimos años–, la comprensión lectora sigue siendo de muy bajo nivel. 

Ramírez y De Zubiría lo reafirman: falta mucho para que los colombianos lean bien, comprendiendo, interpretando, siendo críticos. Y la importancia de que lo hagan, además de lo visto hasta ahora, es que la lectura crítica desarrolla el pensamiento crítico y la capacidad de decisión, y esto es fundamental para una democracia más fuerte.

En su texto ‘Lectura crítica, ética de la comunicación y principios de la democracia’, Fabio Jurado Valencia, doctor en Literatura y profesor de la Universidad Nacional, explica que, como la interpretación está mediada por los puntos de vista de cada uno, se espera que –aun cuando a veces converjan– haya diferentes grados de divergencia.

“Reconocer los puntos de vista contrarios como una representación natural en la comunicación es vivir en los principios de la democracia y comprender las características de la ética en una comunidad”, afirma.

Reconocer los puntos de vista contrarios como una representación natural en la comunicación es vivir en los principios de la democracia y comprender las características de la ética en una comunidad contra las noticias falsas.

Con el auge de las noticias falsas es fundamental fortalecer el pensamiento crítico frente a internet y los diversos medios de comunicación. “Los ciudadanos jóvenes parecen vulnerables frente a noticias de mala calidad u orientaciones ideológicas poco explícitas”, concluyó al respecto la investigación ‘Pensamiento crítico de los jóvenes ciudadanos frente a las noticias en Chile’, de la ‘Revista Científica de Educomunicación’. Por eso, el texto académico asegura que desarrollar el pensamiento crítico es un desafío educativo clave.

Para Luis Ernesto Ramírez, leer y escribir bien implica disfrutar ambas actividades. Si alguien se apasiona por la lectura y la escritura, argumente, muy probablemente lo hará con criterio.

Y estas cosas no las creen solo los expertos en estas materias. Manuel Quijano Narezo, un reconocido cirujano de la Universidad Autónoma de México (Unam), aseguró en uno de los editoriales de la revista de medicina de esa institución que leer es siempre el mejor antídoto del aburrimiento.

“Aunque no sea una herramienta indispensable para el éxito en cualquier actividad, es siempre una fuente de información y conocimiento, nos da una versión de la historia de cualquier materia (…). Consecuentemente, siembra en el pensamiento preguntas y dudas, y nos saca del dominio de la inocencia y la placidez, nos vuelve suspicaces, inquisitivos e inconformes, creativamente inconformes y libres –escribió el doctor–. Y esto es valiosísimo, sobre todo en estos tiempos de exagerado pragmatismo, banalidad y sometimiento a los dictados de la moda. Recordemos que, desde Descartes, el mejor método de pensamiento, el enfoque adecuado al emprender cualquier avance, es la duda”.

 

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