Historia y penuria

Elaborado por: Silvio E. Avendaño C.

Viene a la memoria la vulnerabilidad y las oscilaciones del mercado patente en la figura de Florentino González, ministro en el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera. En la Nueva Granada – aún no se llamaba Colombia- según Florentino González (1846) no se necesitaba construir un país manufacturero, sino que bastaba con bajar los aranceles de los productos del extranjero y exportar materias primas. Con tal medida comenzó la quiebra de los artesanos y vino el auge de los productos de la revolución industrial inglesa.

Hacia 1920 con la inversión de capitales extranjeros, construcción de vías, impulso a la infraestructura, exportación de materias primas se dio lugar a la industrialización, gracias al proteccionismo. Además la crisis mundial impulsó la producción nacional. Sin embargo, hacia 1990, con el neoliberalismo- “Bienvenidos al futuro”- se abolió el proteccionismo, cayeron los aranceles. El privilegio del mercado internacional llevó a la decadencia de la producción nacional. Los trabajadores se vieron afectados por el desempleo. El sistema de seguridad social, como las pensiones, siguió el mismo rumbo. De la misma manera, la esfera pública se afectó de modo profundo, pues con el neoliberalismo lo que era “bien común” se convirtió en interés privado. La flexibilización laboral permitió que cada empresa eligiera sus condiciones de contratación, hecho que dio al traste con el código laboral, la extinción de los sindicatos y, llevó a la criminalización de la protesta social. Con ello se afectó la salud pública que se entregó a empresas privadas.

De esta manera, en aumento van las importaciones productos agrícolas y mercancías. Los puertos sobre el mar permanecen al tope descargando bienes que se originaban por estos lados. En contenedores se transportan los automóviles, al mismo tiempo que no hay vías. En un país agrícola los pequeños productores han sido bombeados a los extramuros de las ciudades, a vivir en la miseria. Y, es claro que el rebusque es un intento para sobrevivir. Entonces, como no hay empleo, mucho menos trabajo, la salida es el emprendimiento que cuaja en el crecimiento de la informalidad, mediante las artesanías, que no son las del siglo XIX.

Al caminar, por el centro de la ciudad, zigzagueando, pues no se puede caminar directo, porque se tiene que esquivar, a uno y otro lado, a los vendedores en los toldos y tenderetes, con la variedad de ofertas. Así, cuelgan los muñecos de felpa, todo género de baratijas que parecen pedir a los marchantes que los compren. Innumerables tejidos, platos, joyas de fantasía, medias, cordones para los zapatos que, cuelgan del armazón de un triciclo. Venta de franelas, camisas, calzones, chancletas, juguetes de diferentes colores. Y, con el tiempo de navidad se inundan las calles de verde, rojo y blanco. Todo género de muñecos, dioses de pesebre, reyes magos, ovejas, vacas y bueyes. Y, en el ambiente el aroma de chorizos, dulce de brevas, tortillas, empanadas, chunchullo y manjares. Las calles invadidas con el auge de la informalidad y con los emprendedores desde la mañana hasta la noche.

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