
Por: Orlando Sánchez
De la colección Los árboles encantados
En una carrera de más de tres décadas por los senderos de la magia de la fotografía –como todos los auténticos artistas- Yolanda Obando ha estado en permanente búsqueda de un punto alto en la cima de su carrera, que le permita preguntarse cuál es el fin de su trabajo, del arte que le enseñó su padre;
en largas jornadas en el cuarto oscuro del laboratorio, revelando e interviniendo los negativos de muchas fotografías que a diario le entregaba. Lo mágico para Yolanda en esa época, partía de ver aparecer de manera lenta y tenebrosa las imágenes de personas y objetos, que en una danza y al vaivén del negativo en los químicos, producían el nacimiento misterioso de todos esos objetos capturados y que de alguna manera estaban prisioneros en la película y eran liberados en largas jornadas de nacimientos de criaturas” como las llamaba su padre.
La mirada de Yolanda se traduce en arte y éste, ligado al talento de la artista permite trabajos elaborados con sencillez, porque no siempre que se obtura una cámara se captura el arte, las emociones o una buena imagen; el ojo crítico y agudo de Yolanda sobre la imagen producen resultados sorprendentes, como si maquillara la escena y sus componentes, y así ha desarrollado diferentes temas que se bifurcan por senderos inconmensurables, con decenas de imágenes que no se repiten, cada una guarda un marco y un límite que las hace únicas, inéditas, mostrándonos rostros de madres llenos de ternura amamantando a sus hijos, de indígenas con caras adustas y guerreras de guardianes naturales, de niños en su estado de inocencia compartiendo los juegos o, de las sorprendentes rocas vivas, que vibran con nuestra mirada cuando las observamos, como si estuvieran vivas. Pero el sumun del talento de ésta artista, llega a la cima alta de su carrera, cuando nos muestra Los bosques encantados, misteriosos, llenos de mitos y leyendas que se esconden entre las hojas y ramas, se hacen invisibles cuando invaden esos espacios las personas comunes y tan solo se muestran cuando llegan a esos lugares los verdaderos defensores de los árboles, como son los indígenas, y personas como Yolanda que tienen una gran sensibilidad hacía la naturaleza y que la conecta directamente con estos guardianes de las laderas de los bosques citadinos.

Esta reseña es una pálida muestra de la obra de tan destacada artista y socióloga, en otras entregas mostraremos las investigaciones y actividades lúdicas y culturales, profundizando su lado humano.
Sorprendente ver en las fotografías de árboles del bosque y de la selva, en donde se “revelan” sin ningún artificio técnico o químico, las imágenes de chamanes, dioses, duendes, deidades, danzarinas, pequeños y grandes monstruos, arlequines, animales sagrados para los indígenas como el jaguar y cientos de figuras difíciles de describir con palabras, tan solo la imagen mágica del lente y el talento de esta gran artista, nos pueden mostrar los secretos de los árboles y sus guardianes, señales inequívocas que nos muestran en la naturaleza, que allí hay vida, que la naturaleza siente, ve y se manifiesta. Es la puerta de la otra dimensión que el ser humano actual no ve, y que estará irremediablemente perdido sino atiende estos llamados.
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