Darwin vuelve a la escuela

 Por: Calarcá, Lic. química de la U.D.

Dos siglos después del nacimiento del genial naturalista inglés, Charles Darwin, el 12 de febrero de 1809 y a 150 años de la publicación de su gran teoría, en muchas partes del mundo se sigue debatiendo su teoría sobre la evolución. ¿Tenía razón Darwin?

  150 años de la publicación de El origen de las especies

Esta polémica no ha perdido su ardor a decir por aquellos que la aprovechan para sus intereses políticos. Lo que se observa  es que la mayoría de los científicos y los Tribunales que han emitido veredictos sobre el asunto, afirman que la explicación de Darwin sobre el origen y la evolución de las especies —incluyendo a los seres humanos— sobre la base de la selección natural, se basa en pruebas consideradas abrumadoras.

Darwin en su libro” El origen de las especies” de 1859, afirmó que la vida evolucionó durante miles de millones de años a través del proceso de selección natural, por lo cual prevalecían las especies que desarrollaban aptitudes que les permitieran sobrevivir: la permanencia del más apto y la supresión del débil, ya que la fuerza que empujaba las transformaciones en los organismos, eran los cambios bruscos en el medio natural, y dio explicaciones fundamentadas de que el hombre y los simios modernos comparten un ancestro común.

La polémica es particularmente álgida en escuelas y colegios públicos, donde la influencia de los movimientos religiosos y conservadores quieren que se prohíba enseñar la teoría de la evolución en las clases de ciencias naturales, como sucedió el año pasado en Estados Unidos o, al menos que se la describa como una teoría y no como un hecho. Los partidarios de Darwin responden diciendo que para los científicos, una teoría no es simplemente una suposición o una hipótesis, sino una explicación aceptada por muchos hechos naturales, que se apoya en las mejores pruebas disponibles. Pero aunque haya en nuestro país la tan coreada “libertad de cátedra”, muchos  no desean que a los estudiantes se les explique este planteamiento en ciencias naturales porque creen en el creacionismo —un ser divino que no tiene principio ni fin—, como tampoco quieren que se explique  el marxismo en clase de historia.

Lo que se observa  es que la mayoría de los científicos y los Tribunales que han emitido veredictos sobre el asunto, afirman que la explicación de Darwin sobre el origen y la evolución de las especies —incluyendo a los seres humanos— sobre la base de la selección natural, se basa en pruebas consideradas abrumadoras.

El problema de los orígenes: el origen de la vida, el origen de la primera célula moderna, el origen de los animales y las plantas, el origen de la consciencia y del lenguaje, la imperiosa necesidad humana de resolver los problemas de los orígenes, fue el caldo de cultivo de todos los misticismos religiosos y cosmogonías, ¿no era nuestra propia existencia la prueba irrefutable de la existencia de dios? Hasta que hace exactamente 150 años, Darwin hizo pública la mejor idea de la historia: “la evolución de las especies por selección natural”. Una explicación concebible de nuestra presencia en el universo, que a todos los efectos, fulminaba la necesidad de dioses, diseñadores, espectros, y que acabó con los milagros —apariciones y desapariciones— en el mundo físico y entregaba a la humanidad de una vez por todas las riendas de su propio destino.

Nunca una sola idea ha tenido unos efectos tan cruciales sobre la ciencia y sobre la historia, formulada antes de que se descubrieran las más elementales leyes de la genética, de la estructura celular, de la biología molecular y de prácticamente cualquier rama actual de las ciencias de la vida, que al implantar un nuevo método científico, sus ideas sirvieron para perfeccionar el conocimiento de la evolución biológica con las aportaciones de la genética, la bioquímica y la ecología, para dar lugar a la teoría de la evolución actual o “teoría de la síntesis evolutiva moderna” y en otros campos como la neurobiología. Es por esto que ninguno de los descubrimientos en el campo de la biología evolutiva o la genética han quitado validez a sus postulados. De ahí la importancia de la efemérides que este año esperamos se haya celebrado en todos los centros educativos del país.

Sin lugar a equivocarnos podemos demostrar que la biología moderna nació en el barco Beagle, cuando Darwin llegó hace 172 años a las Islas Galápagos y observó la variedad de pájaros pinzones que habitaban en cada una de éstas, con modificaciones estructurales en sus picos según el tipo de alimentación, el ornitorrinco, un tucán, unos colibríes y otros animales como la iguana y la gigante tortuga Galápagos. Estas fueron las impresiones tomadas en su mente sobre las aves y otros seres que migran con los cambios estacionales para evitar su extinción. Las nuevas tierras que conoció en su expedición por América del sur y Australia, en donde observó cambios evolutivos en los organismos, lo llevaron a escribir su teoría compilada, bien estructurada y con fundamentos sólidos.

Hoy día es difícil encontrar en el mundo occidental a alguien con una mínima base cultural que no haya oído hablar de Darwin y se atreva a negar que su teoría es una de las pocas grandes teorías de todos los tiempos. Y es que las palabras Darwin y Evolución, aparecen en el índice de casi todos los libros de Ciencias Naturales, Filosofía o de Historia de la Ciencia.

Que una teoría sobreviva 150 años como la única explicación científica de uno de los fenómenos más complejos que se conocen- la enorme diversidad de la vida en la tierra- debería ser suficiente para clasificarla como gran teoría.

De forma llamativa es también la única gran teoría que se ha visto calumniada, ridiculizada y ocultada a los estudiantes, como si fuese algo peligroso o dañino. Por lo que este bicentenario no sólo es el de “El Origen de las especies” sino el del hombre que puso a temblar a los creacionistas.

Esto se nota también muchas veces en la lucha entablada entre la realidad científica y el mito imaginativo, en la  cual vence la ciencia, mucho más perfecta, mil veces que las teogonías. Pero es indudable que el acercamiento científico a la realidad produce mucha más belleza que la subjetivización mítica de ésta.

La historia de la evolución de la vida sobre la tierra a partir de un ancestro común, comenzando de organismos muy simples —los coacervados— nos sigue dejando perplejos. Para la muestra un botón: los seres vivos nos basamos en el ADN ¡Si Darwin lo hubiera conocido!, descubierto 71 años después de su muerte. Todos nos valemos del mismo código genético a pesar de que hay miles de millones de éstos códigos posibles, que harían igualmente bien su trabajo, ya que todos empleamos las mismas complicadas reacciones químicas para mantener las funciones vitales. Si usted lector, se alimenta de azúcar —glucosa— se debe a la misma razón, igual en todo su completo detalle, como lo hace la más sencilla de las bacterias. Podríamos imaginar muchas otras formas de almacenar información genética, de traducirlo en cosas útiles y de alimentarse de azúcar, pero el caso es que las decenas de miles de millones de especies que existimos en la tierra, lo hacemos exactamente de la misma forma. Ya sería casual si no tuviéramos todos, las bacterias, el maíz y los seres humanos un origen común. Aunque hay muchos más ejemplos fascinantes.

  Impacto social de las ideas de Darwin

Más que conocer las teorías y aportaciones al campo científico, se trata de divulgar de qué manera este tipo de información, los hallazgos que Darwin planteó, han afectado a la sociedad o modificado su directriz y su rumbo. Pues estos hallazgos científicos con relevancia internacional generaron una corriente de pensamiento, lo que hace que el mundo hoy tenga una visión diferente.

Esto se puede manejar desde varios puntos de vista: el impacto a nivel de ciencia, así como el impacto en el pensamiento religioso y social, donde se generan conductas nuevas a partir de esta información, al introducir una nueva teoría que se puede considerar demostrada por encima de toda duda razonable y sin llegar a extremos de interés racial, como cuando surgen corrientes políticas malintencionadas y dominantes como el nazismo, doctrina que forjaba una selección de tipo social.

Aunque han aparecido cosas nuevas e importantes que deben divulgarse sobre la evolución en donde se funden el darwinismo estricto y el neodarwinismo: las migraciones de los primeros seres humanos modernos con los últimos datos de secuencias de ADN, la genética de poblaciones con la biología molecular, la biología del desarrollo con la paleontología, la antropología  y la medicina con el genoma humano. En síntesis tenemos una visión lúcida sobre el hecho evolutivo, su origen, sus mecanismos y sus implicaciones.

Independientemente de sus trabajos e ideas, lo que más llama la atención en Darwin, es su pasión por la verdad, su compromiso con una causa, su extraordinaria modestia, su aversión a la crueldad y  la injusticia, al igual que su bondad sin límites. Además de sus aportaciones a la ciencia y a la comprensión del hombre, la carrera que emprendió constituye un verdadero estímulo para los que no consiguen encajar en nuestro decrépito e ilógico sistema educativo. Demostró con su ejemplo que la curiosidad y la iniciativa, la honradez meticulosa y la amplitud de miras son más que suficientes para triunfar en la vida y una condición sine qua non para conquistar nuevos horizontes. Ignorar la teoría de la evolución es una limitación cultural que aniquila la curiosidad científica de la juventud, seria ignorar completamente el lazo entre el pasado y el presente de la humanidad. Tenía razón Darwin.

Darwin descansa desde el 19 de abril de 1982 en la Abadía de Westminster, junto a Isaac Newton y de esta manera acabaron unidos los dos mayores científicos de la historia de la Gran Bretaña.

“Los dioses habían dado al hombre el intelecto y las manos, y lo habían hecho semejante a ellos. Y por eso ha determinado la Providencia que esté ocupado en la acción por las manos y en la contemplación por el intelecto, de manera que no contemple sin acción ni obre sin contemplación”

Giordano Bruno- Científico quemado vivo por la Inquisición.