Sobre la cotidianidad que se respira.

Elaborado por: Silvio E. Avendaño C.

En las calles miles de usuarios esperan la moto y recibir el casco para iniciar el viaje. Cada uno en su propio mundo: mirando fijamente las pantallas parpadeantes, leyendo correos electrónicos, echando un vistazo a las redes sociales, jugando a deslizar el dedo por las fotos, mientras hombres y mujeres salen a pasear la mascota o ¡el auto!  En el parque, el aleteo de las palomas, y el sector histórico convertido en el sector de la informalidad, que bosqueja los problemas de la urbe y la región, porque no hay ofertas de empleo ni trabajo. En cualquier rincón están tirados hombres o mujeres a la espera de una moneda. El lugar en que duermen los mendigos o una mujer, sentada en la acera, con el anzuelo de un niño pequeño como grito de auxilio o piedad.

Una urbe que se gloriaba de ser una ciudad sin chimeneas padece el humo que arrojan los conductos de las busetas, en medio de los trancones que, supuestamente, dejan ver el problema: No hay vías. La prensa bosqueja las atrocidades que suceden en el mundo cotidiano: atracos, asesinatos, accidentes, robos, corrupción de punta a punta, como si ese fuera el contrato social, mientras la televisión seduce con productos y negocios. Más hay que ser cuidadoso al cruzar las vías, pues se puede caer bajo las ruedas de los autos o las motos, o bien caer en un hueco. Al acercarse la romería de la semana de pasión el maquillaje de las calles y los templos a la espera de la celebración de la pasión del comercio y los negocios.

 Y, a la distancia, ante los próximos carnavales para elegir alcalde y gobernador, las propuestas electorales señalan que el voto debe dirigirse a garantizar personajes que hagan posible: vías y seguridad. Así, ante el hecho de la congestión causada por los automotores, las motos, los continuos pares, los semáforos detenidos, los nudos ante los accidentes a la espera de las sirenas de las ambulancias, los trancones en las horas pico… la solución planteada es ampliar calles, construcción de avenidas, quitar concreto allí, recortar allá desvíos   a la vuelta de la esquina. Pero quizá se olvida que la construcción de nuevas vías no es la solución porque las nuevas vías y avenidas llevan a que aumente el número de automotores porque: Por fin compraremos un auto. A su vez, se dice que la inseguridad es un mal que debe superarse combatiéndola con más seguridad. Aumentar los ojos, es decir, las cámaras para hacer la ciudad panóptica, además aumentar los vigilantes, la policía, la fuerza que asegure la seguridad de la propiedad privada, la vida de hombres y mujeres.

Es bastante curiosa la propuesta que se tiene para hacer posible una atmósfera citadina respirable, pero con ello se olvida que los problemas que padece la ciudad no se reducen a las vías y a la inseguridad. Hay otros elementos que se desconocen como es el caso de la desigualdad, de la cual se habla pero que en el áspero suelo se desconoce, al mismo tiempo que la libertad no es posible pues poca autonomía hay y la fraternidad que es imposible donde hombres y mujeres padecen la insolaridad.

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